infancia y adolescencia

Hijo de un matrimonio normal y corriente, Felix nació como primogénito de una sastrera y un segador de trigo de la ciudad de Orth. Se crió en el distrito central y generalmente siempre fue considerado un chico muy educado y humilde. 

El chico mostró fascinación por el abismo a una pronta edad, le causaba curiosidad descubrir qué era lo que estaba ocurriendo allí abajo exactamente, porqué el clima era tan distinto, el tiempo parecía ser distinto y porqué la maldición del abismo existía. Debido a su interés por la ciencia inmediatamente suplicó a sus progenitores que le permitieran ser Delver. Era un niño inteligente y sus notas lo demostraban. 

Sus padres no podían negarle la aspiración a Felix, había sido siempre el hijo obediente, cariñoso y responsable que desearon tener. Sobre los trece años de edad conseguiría el silbato rojo y realizaría su primer descenso oficial, siendo apremiado por los maestros por su gran capacidad. A pesar de no tener una complexión física excepcional Felix era inteligente a la hora de tomar decisiones y evitar situaciones caóticas.

Poco tiempo después fue acogido durante pocos meses bajo el ala de la silbato blanco Ozen, era la única alto rango que rondaba Orth ocasionalmente y el joven aprovechó una de las festividades para solicitar ser su aprendiz; por otro lado Atreia le daba demasiado miedo como para acercarse a ella. Sin embargo, la tutoría duró más bien poco debido a los choques morales que ambos tenían. Felix optó por abandonar la instrucción de Ozen y seguir por cuenta propia junto a equipos de Delvers.

adultez

Una vez superó los primeros años de su veintena, Felix ya había conseguido el silbato luna antes de darse cuenta y comenzó a ser un ejemplo a seguir para los más pequeños. A pesar de no tener un reconocimiento enorme como los silbatos negros y blancos, sí que estaba orgulloso de sus propias hazañas. Durante su primer descenso a la tercera capa se enfrentó a un Madokajack para salvar a uno de los integrantes de su equipo de descenso, tras engatusarlo llamando su atención utilizando las flechas de su arco de guerra consiguió que la criatura se estrellara contra uno de los túneles de la gran falla, quedando incrustado en la pared de roca.

Aún así, Felix no era una persona especialmente suertuda. Sus descensos se volvían cada vez más y más difíciles, se sentía ciertamente presionado por la pesada carga de ser considerado un pequeño prodigio que no era. Solo tenía su inteligencia, físicamente dejaba mucho que desear en comparación de otros Delvers. 

Debido a la pérdida de compañeros a manos del abismo fue cambiando de grupos de descenso en numerosas ocasiones, siendo el último de ellos compuesto por dos hombres y una mujer. Con el afán de investigar la, aún muy inexplorada, gran falla descendieron hasta la misma sin demasiados percances en un comienzo. El problema llegó cuando un Mandíbula Carmesí de tamaño anómalo apareció desde una de las gigantescas cuevas. Su aspecto colosal había dejado al equipo con la sangre helada, se replantearon en numerosas ocasiones volver a Orth y abandonar la misión. Se pusieron de acuerdo y optaron por la vía segura, además de aprovechar para avisar a las autoridades y altos rangos de la gran ciudad.

Sin embargo, conforme atravesaban soportando la maldición del abismo por culpa del ascenso, en algún punto la criatura los avistó por un descuido de la jovenzuela del equipo. Se había encaprichado de un neritantan que se llevó desde la tercera capa y en las inmediaciones de la entrada a la gran falla el animal enloqueció. La chica salió en su persecución. Cuando se dieron la vuelta para detenerla ya era demasiado tarde, el Mandíbula Carmesí había sido lo suficientemente listo para seguir el olfato de la diminuta criatura y esperó al momento perfecto. 

La joven Delver desapareció entre las fauces de la bestia en cuestión de segundos, tan solo un grito desgarrador pudo escucharse de sus pulmones antes de convertirse en comida. Los otros dos muchachos restantes trataron de atacar a la criatura, pero enseguida se dieron cuenta que era inservible, su tamaño y rareza eran imposibles de combatir. En la huida solo Felix consiguió escapar, escondiéndose entre la frondosidad de la segunda capa bajo una enorme roca de musgo cóncava. Su brazo terminó herido e improvisó primeros auxilios, poco después, retomó su ascenso hacia Orth.