Una noche de otoño como cualquier otra, además de una ligera niebla, el frío creciente por la próxima estación a venir parecía ser más gélido que de costumbre. Ese fue el día en el que un inocente bebé escondido en una canasta era dejado en la puerta del convento del pueblo por una figura encapuchada. Estaba más que claro, se trataba de la madre de la criatura. Pronto que nada la silueta se escabulle en la densidad nublada ¿Qué clase de persona dejaría a un indefenso niño a la crueldad de las calles?

El estrés del mal ambiente era mucho para un bebé, pronto se escuchó un llanto desamparado. Uno que lamentablemente era ahogado por lo diminuta que era su existencia comparado al entorno que le rodeaba. Y esa infantil e inocente voz no pararía, un pequeño no entendería que su progenitor no estaba ahí para atenderlo como debía. Era triste, realmente.

Tal vez por la gracia de Dios, la criatura tuvo la fortuna de que una de las monjas a cargo pasaba con una vela en mano cerca de la entrada del acogedor y amplio lugar. Con la suficiente atención, pudo diferenciar el eco del lloriqueo al llegar a su puerta. Apresurada, la mujer abría la entrada tan sólo para toparse con la vista de la criatura oculta entre desgastadas sábanas… Un suspiro de sorpresa acompañó a la monja, no dudando un segundo en llevarse al bebé dentro.

Mas antes de proseguir con su camino, la hermana delicadamente retiraba la delgada manta para descubrir correctamente el rostro del bebé. Era una pequeña niña. Ojos brillantes que mostraban esperanza incluso en su situación. Sentir el calor ajeno llevaba a la pequeña a mostrar una pequeña sonrisa… Era preciosa e inocente.

“Quisiera saber que la hace sonreír… Incluso si su futuro se ve sombrío. Tanta inocencia es algo nuevo. Cuidaremos de ti.”

El pasar de los años fue más rápido de lo que uno imaginaría. Las monjas vieron crecer a la niña que ahora ya se convertía en una mujer. Su belleza y amabilidad era algo incomparable a cualquiera que hubiesen visto antes, fue bautizada como Amarisa por el antiguo significado de su nombre siendo “Una entrega de Dios”. La jovencita era un regalo para la monótona vida de las monjas y era querida en el pueblo.

La chica era feliz, su fe era grande y no podía pedir más. Protegida entre la influencia de la iglesia no habría forma que saliera lastimada, sororidad de monjas estando de su parte.

No obstante, había alguien… Alguien que no parecía estar contento con la presencia de la dulce chica. Uno de los más respetados sacerdotes había estado en desacuerdo con la muchacha incluso desde temprana edad ¿La razón? Amarisa no era de pura raza. Sus características animales no eran tan marcadas como el resto del pueblo. Era lo que otros llamarían una mestiza, de forma despectiva y pobre. Incluso si la joven intentaba llevarse bien con todos los miembros de la iglesia nunca tuvo el respeto mínimo por parte de este hombre. Era lo de menos cuando sus hermanas de fe la amaban más allá de las diferencias que tenían.

Aquel hecho seguía dejando un mal sabor de boca al sacerdote, obsesionado con la idea de que esa chica sólo traería problemas a su tan prestigiosa iglesia. Poco o nada podía hacer cuando la jovencita toda su vida demostró sólo ser una inocente criatura y nada más.

“Esa mujer traerá problemas eventualmente. Escuchen mis palabras, hermanos y hermanas. Como hombre de fe que soy tenga la justicia de Nuestro Señor de mi lado.”

Las labores de temporada cambiaban para las monjas, acompañadas ahora de la bella joven para recolectar los frutos de la creciente primavera, los árboles frutales tenían esos deliciosos alimentos listos para su consumo. Esta tarea normalmente llevaba hasta el atardecer para culminar, pero todas ya sabían cómo proceder correctamente.

Los tonos naranjas de la puesta de sol llegaban, hermosos y simbolizando el fin de un arduo día de trabajo. La intensidad del cielo cálido que hubo ese día era como una bendición, gracia del Señor. Pobre de ellos, pues esos colores determinaban un giro en la pacífica vida de los habitantes animalescos.

El crujido de unas llamas, nubes oscuras de humo y la temperatura creciendo en los terrenos de la iglesia pintaron un escenario infernal, contrastando con la santidad de un espacio de la virtud. En frente de todo el caos, la silueta iluminada de la joven chica se encontraba con una expresión de terror, incapaz de controlar unas llamas de fuego provenientes de ellas… ¿Qué había hecho? El estado de shock prevalecía en ella, mostrándola como evidente responsable del caos.

“Confieso a Dios Todopoderoso, a María siempre virgen, al Arcángel siempre bendecido, a todos los Sagrados Apóstoles y todos los Santos… He traicionado su fe. Con pecado de actos de brujería me confieso ante ustedes.”

Había pocas opciones si ella asumió la culpa de los grandes destrozos en el lugar, rogando por su perdón… Mas no por piedad. El sacerdote que tenía una fijación en la muchacha rápidamente decidía por una quema de brujas e incluso si las monjas que tanto la amaban no podían hacer mucho. El pueblo rápidamente se ponía en contra de ella, pidiendo la cabeza de la híbrida junto a la influencia del hombre que la condenaba.

Era aquello o exilio de las sagradas tierras. La monja en cargo, la responsable de recoger a Amarisa desde que era una bebé se hizo presente con ese reclamo y aunque en contra inicialmente, la influencia de la hermana era tan grande como la del sacerdote.

Al final, la crueldad de una quema de brujas era demasiado incluso para estos tiempos y fue así como la sentenciada fue expulsada del pueblo que la vio crecer en toda su plenitud. Lágrimas adornaban su delicado velo al no poder despedirse como hubiese deseado, sabiendo que ésta era la única forma de que ella siguiese con vida.

“Sólo soy una tonta santa, es tan cruel. Pero sigo fiel a tu palabra, Señor Mío. Encontraré mi propio camino.”

Su hora de explorar nuevas tierras finalmente llegaba dándose con la noticia que en uno de los reinos más cercanos de su pueblo, existían unas tierras en las que estaban buscando nuevos reclutas para nuevos aventureros. Lo cierto era que para escapar de un pasado tormentoso como el que tuvo, era su mejor opción, incluso si costaba admitirlo. Llevando unas cuantas pertenencias personales suyas, se acercó al gremio de aventureros. Con su reciente poder descubierto... Ahora no tenía nada más que perder, por lo que no tardó en anotarse en este viaje que ofrecían. Rehacer su vida con la esperanza de encontrar un lugar en el que pudiera pertenecer junto a otras personas sonaba algo maravilloso para ella y así, iniciaría una nueva etapa para ella, oficialmente un miembro oficial del gremio de aventureros de las tierras de Gwladwpyll.