Apricot

En un mundo donde la magia existe hasta en el simple respirar, la idea de milagros no es ajena a nadie. Apricot es el resultado de una vida que no debería existir y que las leyes comunes no explican: surgió de un milagro mágico, resultado de un amor tan profundo que había trascendido dimensiones.

Desde hacía un tiempo, en el jardín de la familia Debroux, se había aparecido el capullo de una flor que… nadie estaba seguro cuál era, pero eso no los detendría de nutrirla y cuidarla como a todas las demás plantas que los rodeaban. Con el paso de los meses y las estaciones, este capullo crecía en tamaño, pero sin abrirse. Ya normalizada su presencia, sólo podían esperar expectantes por lo que surgiría del mismo ¿Qué clase de flor nacería? Para lo que no estaban listos era para que no se tratara de una flor… no del todo.

El 21 de marzo, primer día de la primavera en Francia, el capullo se abrió revelando a una bebé. De todas formas la gente planta no era nada inusual, incluso en la propia familia extendida de los Debroux había personas de dicha naturaleza, y ya habían estado cultivando a esa pequeña desde antes de ser conscientes de su existencia ¿Por qué detenerse ahora? No necesitaron pensar dos veces antes de adoptar a la infante recibiendo esta el nombre de Apricot.

Además de un par de padres amorosos, Apricot contaba con dos hermanos mayores igual de alegres por contar con una nueva miembro a la familia. Aunque a diferencia de sus hermanos, Apricot nunca tuvo un fuerte incentivo para relacionarse con algo externo a su círculo familiar, que vale aclarar no era uno muy pequeño. Era más el tiempo que la niña-planta pasaba en la casa de sus familiares que en la de sus propios padres, aunque esto jamás resultaría un problema para nadie.

Creciendo obediente y atenta, con una curiosidad siempre siendo alimentada por las extrañezas que los Gardner podían demostrar. El excentricismo, la magia y la diversidad fue algo que acompañó a Apricot desde que ganó uso de la razón, siempre incentivada por saciar ese deseo de conocer más. Libros, internet, televisión, todo lo que pudiera cederle un nuevo saber a Apricot ganaba su atención, fue esto mismo lo que causó el despertar de su curiosidad ante la Academia Solstice. Podría aprender magia en casa, sí… pero esa era una oportunidad de aprender incluso más de lo que podría imaginar. Quería ir, quería ver, quería saber.

El papeleo no sería demasiado problema, podía contar con el apoyo de sus padres y hermanos para entregarlo y completarlo. Lo único que quedaba en sus manos eran los exámenes.

Nunca antes había realizado un examen escrito, todo el concepto era algo nuevo para ella. Había consultado con sus hermanos, Aimée y Jesse, sobre sus experiencias al respecto. Cómo eran, cómo funcionaban, cómo se habían sentido al respecto y qué habían hecho. Ambos tenían posturas diferentes, puesto que eran personas polarmente opuestas, pero la conclusión sólo podía ser… haz lo que puedas y que sea lo que deba ser.

Tal vez fue eso lo que aseguró que no tuviera nervios a la hora del examen, después de todo solo podía hacer algo respecto a las cosas en su control, como el lápiz en su mano. No podría calificar las preguntas como algo normal ni extraño dado que no tenía punto de comparación para las mismas, así que su mano no se detuvo mucho a pensar en por qué preguntaban sino en qué responder.

¿Academia? “Solstice” ¿Qué ocurrió con el reino? “Se destruyó” ¿Un peligro inminente…? No se puede huir, eso sólo lo retrasa. Llorar no lo solucionará, pedir por ayuda no evitará que llegue, lo único que en verdad se puede hacer entonces es… “Luchar” ¿Raíz cuadrada de 149? Usó calculadora, no tenía sentido alguno hacerlo de otra forma.

¿Sus intenciones en la academia?... Aprender, aprender todo lo que hay por saber hasta sentir su curiosidad saciada.

Llegó el turno de demostrar lo que podía hacer ¿O lo que quería hacer? Hm, no puede mostrar algo que aún no puede hacer, de todas formas…

Se paró frente al examinador, presentándose con el sonido de una pequeña campana, como un cascabel. Apricot no posee una voz como la de todos, los únicos sonidos que su boca produce son tintineos. Lo primero que hizo fue tomar aire y- pop, un albaricoque surgió de entre las hojas de su cabello. Un poco ácido, pero con un extraño sabor reconfortante. Un sabor que alivia los malestares.

¿Y qué más? Bueno, no sabía si contaba como algo que ella pudiera hacer, pero… Miró la planta atada a ella que flotaba a su lado ¿Qué podía mostrar…? Oh.

Levantó los brazos, permitiendo que las mangas de su vestido cayeran para revelar sus manos. “Philip”. Raíces escalarían por sus antebrazos envolviendo sus manos y extendiendo sus dedos en garras, a la par que toda la zona se teñía de un negro profundo. Ese rasgo no era algo que fuera propio de ella, parecía ser un rasgo de alguien más. Lo que sí era innegable era que eran algo real, puesto que no tuvo problema en usar estas garras para rasgar una madera con suma facilidad.

Sus extremidades regresarían a la normalidad luego de demostrar el poder del rasgo de su padre y hermana. Eso era todo lo que podía darles, era todo lo que podía hacer. Ahora todo quedaba fuera de su control.