Orgullosa de ser lo que es, Kez abraza su sobrenaturalidad con una vehemencia que resulta arrogante, y no lo esconde, especialmente de los humanos -a quienes, por cierto, considera ingenuos y en ocasiones hasta estúpidos.

Se considera a sí misma un espíritu libre… con la facultad de hablar sin pensar mucho las cosas. Es una gran habilidad a la hora de conocer nuevas personas, pero no sirve de mucho si lo que intentas es hacerte la interesante y/o misteriosa. No confundir con su honestidad, su espectro moral está un poquito desviado.

Maleable, tiende a copiar la personalidad de las personas que la rodean para encajar. Es un constante juego de adivina quién soy en realidad. Pero no lo hace de mala fe… casi.

Aún así, predomina su lado extrovertido y disidente, intempestivo y que no sabe medir consecuencias, pero que siempre tiene una opinión sobre todo.

Hija de un matrimonio extrañamente religioso, Keziah creció como la menor de dos hijas en un pueblecito olvidado en Nuevo México… hasta que su longevidad se volvió sospechosa, y entonces se mudaron a Colorado, y después de unos años, se unieron a la cruzada evangelizadora de su iglesia como misioneros.

Su madre fue la de la idea, y su padre el artífice de todo lo demás. Así fundaron la misión Wishers (porque genios, duh), que al poco tiempo cobró fuerza, fama y fortuna por los rumores de actos milagrosos que ocurrían en la congregación. Los seguidores se multiplicaban con cada pueblo visitado, y todo marchaba como miel sobre hojuelas, la familia gozaba de una abundancia sin precedentes -y todo de manera más o menos legal.

Pero a Keziah la vida de devoción le parecía aburrida. Su hermana, Jemima, se unió al negocio familiar por voluntad propia y por su naturaleza apacible, pronto su popularidad como buena samaritana también se esparció. Con Kez las cosas no fueron tan sencillas.

Para empezar, la idea de tener que verse siempre como humana la irritaba, le costó varios castigos entender el por qué (y muchos reportes sobre avistamientos en medios locales). Y además, el tener que limitarse a cumplir deseos pequeñitos para no afectar a los ilusos feligreses la volvía loca. ¿Cuál era el caso, entonces, de tener todo ese poder si de todas formas no lo iban a utilizar?

Tampoco es que le interesara, la verdad. Pero ya que estaban…

Así que decidió empezar a obrar milagros por su propia cuenta. A un precio mucho menor a la “cuota voluntaria” de la misión, y en lugares un poco menos -ejem- family friendly. Sus actividades pasaron desapercibidas por un tiempo, hasta que un pequeño error de cálculo (por culpa de la avaricia humana, le gusta siempre aclarar) terminó en un escándalo nacional alrededor de la misión. Pero tranquilos, se solucionó todo y su familia sigue por ahí, haciendose rica a través de la fe.

Sólo que sin ella. Literal y figurativamente. A raíz de aquel pequeñísimo traspié, su familia le dio dos opciones: o te enderezas, o te vas. Y se fue.

A Alluric llegó con la intención de ganarse la vida honradamente unos cinco años atrás. Peeeero, no promete nada, a veces las cosas simplemente pasan.