Su madre no estaba devastada cuando los médicos informaron con pena que su recién nacido había nacido con una condición que eventualmente sentenciaría a su hijo a perder la capacidad de caminar. A pesar de que los confundidos doctores habían intentado “animarla” diciéndole que con cierta cantidad de cirugías y tratamientos su bebé podría caminar en algún punto de su vida, la mujer solo negó con una sonrisa las propuestas. Camila había crecido en hospitales y para ella, la peor decisión que podría tomar sería darle aquel sufrimiento a su hijo y hacerlo vivir el martirio que ella había aguantado durante toda su infancia.

Cole creció con una madre que no creía en las cosas imposibles, y en sus primeros años de vida pudo caminar, de una forma quizás un tanto graciosa, pero era capaz de hacerlo. Claro que el diagnóstico de los doctores cambiaría, y cuando tenía 6 años empezó a usar muletas, y un año después, finalmente sus piernas no volvieron a reaccionar. Aun así, su madre nunca le permitió tener pena por sí mismo, ni dejar que nadie lo mirase con lástima. Mientras algunos niños intentaban no caerse de sus patinetas en el parque, él aceleraba velozmente como todo un conductor de la fórmula 1 para ser el primero en llegar a su sandwichería favorita y tener el primer pedido en salir. Nada era más rico que el sandwich de Pollo Parmesano de él Gran Bob.

Al llegar a la adolescencia comenzó a juntarse más con el grupo de los chicos que odiaban las clases de educación física e inventaban excusas para faltar y quedarse en la biblioteca haciendo tareas extra. Aunque bueno, él era el único que tenía una excusa real. Aun así de un día para otro se daría cuenta que había comenzado a involucrarse más y más con sus videojuegos favoritos e incluso juegos de rol. ¿Quién diría que fingir ser un elfo del bosque y adentrarse a una contienda mortal sería divertido? La sensación en esos momentos era ese juego de cartas con monstruitos curiosos que recién habían comenzado a vender en los suburbios en los que vivía y si bien no le parecía igual de divertido, le gustaba incluirse en los juegos de sus amigos.

¿Habría sido una buena idea dejar el DnD por esas cartas?