Nacida en una familia de músicos y empresarios bien conocidos en Viena, Gretchen es la menor de cinco, es hija de una actriz y cantante de ópera Ada Kappel y director de orquesta Cyril Salmhofer.

De familia clase media-alta, tuvo una infancia estricta, al igual que a sus hermanos debía introducirse al mundo de la música, recibiendo clases a temprana edad. Comenzando inicialmente con clases de piano, tiempo después su maestro de piano comentó con sus padres que no era muy buena y que quizá deberían probar otra cosa, probaron el violín ya que Gretchen le había comentado a su profesor que le gustaba como su hermano mayor, Johannes, tocaba el instrumento y quería intentarlo. Para su mala suerte, también era mala con el violín, desafinaba bastante e irritaba a su profesor. Decidieron probar otro instrumento ya que la pequeña se estaba volviendo cada vez más irritante debido a su – falta de talento – con los instrumentos anteriores, esta vez intentaron con la flauta dulce, tras meses de práctica Gretchen se vio incapaz de tocar la flauta.

Durante su última clase de música, su maestro salió del salón de instrumentos para hablar con sus padres, “La niña no tiene futuro, no tiene talento para la música, posee un pésimo ritmo y coordinación, ni practicando junto a sus hermanos he visto progreso alguno.” Gretchen se había acercado a la puerta para escuchar y terminó bastante triste y frustrada.

Sus padres decidieron dar un último chance, ¿y si su hija tenía una buena voz? Decidieron hablar con una de las cantantes de ópera más importantes de años pasados del Wiener Staatsoper para que instruyera a su hija, en ese punto Gretchen con ocho años, era cada vez más insoportable, se enojaba cuando no lograba alcanzar las notas que su maestra la pedía, tiraba los instrumentos del salón y le gritaba a su profesora. Pero llegó el día en que la maestra alcanzó su punto límite, cansada de las actitudes de Gretchen y obvia falta de talento y disposición, se retiró sin más diciéndole a sus padres que “la niña no tenía remedio” y que “fue una total pérdida de tiempo”.

La mujer divulgó entre sus conocidos sobre su experiencia con la hija menor de los Salmhofer, “mi perro tiene más talento que esa niña”, la gente estaba impactada, los Salmhofer eran una familia de muchísimo talento y ahora su hija no podía ni siquiera tocar la Oda a la alegría en piano. Los rumores se extendieron y la niña se ganó el apodo de “Prinzessin unbegabt” o “Prinzessin nutzlos” (Princesa sin talento y Princesa inútil) para referirse a ella cuando estuvieran cerca y para que sus padres no se enteraran que estaban hablando mal de la niña.

Pero hubo un día en que dicho apodo llegó a oídos de la hermana mayor de Gretchen, Rosalie y con ello el rumor de que su familia no era tan talentosa como aparentaba ser. Rosalie contó aquello a su madre y posteriormente fue a inculpar a su hermana que por su culpa estaban hablando mal de la familia. Allí Gretchen comenzó a empujarla y tirar de su vestido, le dijo que se callara y que no es cierto. Su hermana le remarcó que si era una niña inútil y nunca sería buena en algo. Gretchen comenzó a llorar y terminó rompiendo el vestido de su hermana, en el acto llegó otro de sus hermanos a detener la pelea de las niñas y defender a Rosalie, le ordenó a Gretchen a irse a su habitación. Desde entonces la relación entre sus hermanos y ella se volvió más tensa.

El tiempo transcurre, mientras sus hermanos desarrollan su talento y se presentan en la Ópera de la Corte Imperial y Real de Viena, la compañía de ópera más importante del Imperio, la pequeña Gretchen acudía a la escuela donde tenía una mala relación con sus compañeros, la describían como “la niña de la mirada aterradora”, aun así, sus calificaciones eran bastante buenas. Un día sus compañeros la vieron picando un ave con un ala herida y la acusaron con los profesores por lastimar el ave cuando no era así, ella decía que se encontró al animalito así, sin embargo, no le creyeron.

Gretchen fue creciendo, volviéndose más retraída, más agresiva con su familia y conocidos, durante eventos en la Ópera de Viena la gente se burlaba de ella, compañeras de clase y sus madres, y en ocasiones Gretchen se les acercaba y les enfrentaba, empujándolas preguntando por que se reían de ella. Y cuando el pleito se hacía más grande tenían que ir sus hermanos a sacarla de ahí y retirarse de inmediato. Una vez fuera del lugar le reclamaban que estaba ensuciando el nombre de la familia y que tenía que mejorar su conducta. Cosa que no pasó.

La gota que derramó el vaso

A finales de sus trece años, Gretchen continuaba yendo a la escuela pública de Viena, eran finales de octubre y se celebraba la Fiesta Nacional, La Opera de Viena estaba preparando un evento especial con una orquesta donde participarían dos de sus hermanos mayores y una ópera donde participarían sus otros dos hermanos, por lo tanto, la atención de sus padres era toda para ellos dejándola como siempre, excluida.

El día tan importante llegó, la edificación estaba llena de gente importante, en especial el emperador y la emperatriz. Gretchen estaba molesta, no quería ir, pero sus padres la arrastraron al evento.

Aburrida, presenciaba la orquesta, enojada internamente como sus padres les ponían atención a sus herma-nos y lo orgullosos que estaban de ellos. Tenía que hacer algo.

La orquesta finalizó, habría un descanso de dos horas para preparar el escenario para la ópera, mientras tanto Gretchen ideaba su plan, pensaba en escabullirse, igual, de seguro sus padres ni se darían cuenta.

La ópera comenzó, sus hermanos eran parte del elenco principal, todo iba perfecto, un rato después terminó el primer acto, habría un descanso de media hora, el elenco cambiaría su vestuario y arreglarían el escenario. Gretchen se fue de su asiento para colarse en la parte trasera del escenario. Con cuidado de no ser atrapada, tomó unas tijeras y se asomó al frente del escenario, aprovechando que el telón estaba puesto comenzó a destrozar todo con las tijeras tratando de hacer el menor ruido posible. De pronto, anunciaron que se retomaría la actuación, salió corriendo dejando tras sí las tijeras y accidentalmente un brazalete que tenía grabado su nombre.

El telón subió lentamente, Gretchen aun no estaba en su asiento y sus padres parecían ignorar la falta de su presencia, el público se sorprendió al ver toda la escenificación destrozada, los actores pasaron al frente pasmados al ver todo así, ¿quién pudo haber hecho semejante cosa?

El director fue hacia el frente buscando algún indicio, preguntando si habían visto alguien sospechoso entrar a los bastidores, todos dijeron no ver a nadie sospechoso. Gretchen observaba todo al fondo de la sala, cerca de la puerta de salida. Un joven le entregó algo al director, un brazalete con la inscripción “Gretchen” El director dijo el nombre en voz alta y mostró la pulsera. Los padres de la niña se levantaron al instante reconociendo el brazalete, pero lo más importante ¿dónde estaba ella?

“Allí está” La señaló su hermana mayor Rosalie con lágrimas de enojo. Gretchen salió de allí, el director dio por finalizado el evento, la fiesta posterior se cancelaría de igual manera, el día había sido arruinado por la menor de los Salmhofer.

Cuando llegaron a casa, Gretchen recibió una bofetada por parte de su madre, furiosa por sus acciones, reclamándole por haber arruinado el gran día de sus hermanos, todos ellos furiosos con la niña. No dijo nada, solo miraba el suelo con su mano en la mejilla adolorida, aguantando las ganas de llorar. No podían soportar otra insolencia de su hija, debían hacer algo para no manchar más la reputación de su familia.

Una solución

Sus padres habían oído de un internado especial para niños problema en Inglaterra e inmediatamente deci-dieron enviar una solicitud para que Gretchen ingresara, querían enviarla lejos no tanto para corregir su con-ducta, pero también para que su familia tuviera algo de paz. No planeaban decirle a su hija, pero lamentablemente los escuchó a escondidas, aunque no lo pareciera, estaba dolida, ¿Quién diría que sus padres la fueran a tirar a quien sabe dónde? Que realmente no querían y no planeaban darle la atención y cariño que tanto anhelaba, querían deshacerse rápido del problema.

Un día llegó la carta que tanto esperaban sus padres, la aceptación de Gretchen en el internado, cuando le avisaron, la niña no estaba sorprendida, más bien ya se encontraba alistando sus maletas. Tomaría un largo viaje en ferrocarril hacia Ámsterdam y de ahí un buque a Inglaterra, y así sucesivamente hasta llegar al internado.

El día en que la fueron a dejar a la estación, no hubo palabras entre sus padres y ella, ni siquiera un abrazo de despedida, simplemente subió al tren cuando llegó, fue allí entonces que comenzaba otra etapa en su vida.