Luar

Descripción de carácter.

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Creada por el amor de un escritor a su creación, Luar nació a mitades del siglo 19.

Su padre fue un jardinero que escribía novelas de amor, en memoria al amante que había perdido en juventud. Siendo un hechicero, sus rosales eran los más envidiables del pueblo, dándole virtud a su patrón; fue una noche en que encontró inspiración en un conejo congelado bajo uno de sus rosales, que halló forma a su paternidad frustrada y, de esta chispa de creatividad, nació Luar, como un personaje a una de sus novelas.

El hombre la consideraba una hija que nunca había tenido y hubiese deseado tener, y evocó en ella y su imagen la imagen de su amante, incorporando además las rosas y el conejo que una vez halló muerto. Era entonces la imagen de la niña la de cabellos claros y ligeramente verdes en honor al pasto, rosas creciendo de su cuerpo, y ojos brillantes e incomparables a nada antes visto, su rostro siendo suave, sus ojos grandes, y sus pestañas enormes. De ella fue que escribió varios cuentos cortos, y con su nombre hablaba al rosal central en el que se había inspirado.

Tristemente, el trabajo del hombre se perdió al momento en que fue buscado por brujería. Varios se habían enterado de su naturaleza, su aprendiz aprendió a escapar con unos pocos manuscritos más no de los de Luar, siendo que el escritor decidió sacrificarse y realizar un ritual donde su vida era un ingrediente primordial. Esa noche nublada, fue que en las llamas de su pequeña casona el escritor murió, con él su rosal y los escritos de Luar.

Más su amor y su vida hicieron efecto: nació un pequeño animal que en un rayo se volvió una niña, y el aprendiz logró verla... antes de que esta desapareciera.

Lo cierto es que, al ser una noche nublada, un ritual apurado y con un solo sacrificio, Luar nació desequilibrada. Su carácter difícil de llevar y su naturaleza complicada tuvieron razón en este hecho, por lo que nunca pudo alcanzar un estado de tranquilidad. Contraria, fue que la niña nació y sin crecer, a día de hoy, se encuentra perdida, quién sabe dónde la habrían llevado sus piecesitos.

Sin embargo, quienes la conocen, saben las maravillas de sus rosas y de su otra versión, la de una bestia que, aún siendo terrestre, clasificaría como un curioso y peludo dragón. Rápida para huir, brutal para alimentarse, y complicada de tratar, a saber si no es mejor que no sea hallable nunca más.

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