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Hijo de una pareja de ex-cultivadores retirados, Zhang Li tuvo una infancia tranquila y feliz a las afueras de una villa rural. Sus primeros doce años de vida no supusieron ningún riesgo, así vivía él con sus padres y su pequeña hermana de tres años. Su padre le enseñaba a usar la espada y su madre le mostraba cómo cocinar y reconocer el camino de vuelta a casa si alguna vez se perdía. A veces salían todos a mirar las estrellas en las noches de cielo despejado. Aquellas noches de verano eran sus favoritas. La comida, las luciérnagas y cigarras, las estrellas; todo aquello lograba que se sintiera en casa, con las personas que más amaba en el mundo. No obstante, todo tiene un fin, y esta felicidad no duraría para siempre. Era la mitad de una noche veraniega. Dormía profundamente después de un largo día corriendo por los campos. De repente, fue despertado por un estruendo, y luego, algo que cayó a sus pies. Cuando abrió los ojos vio todo el lugar lleno de humo. Saltó rápidamente de la cama, confundido y asustado. Miró a todos lados pero no había nadie junto a él. Corrió entre las llamas, abriéndose paso por la casa en busca de sus padres, pero no lograba hallar a nadie. El techo crujió, parecía que iba a ceder en cualquier momento, pero Li no se rindió. Finalmente logró visualizar entre unos muebles a su pequeña hermana acurrucada en una esquina. Corrió hacia ella, al mismo tiempo que una mampara ardiente se desplomaba sobre él. Li rugió, quitándosela de encima. Toda la casa crujió, las llamas cada vez más altas y el humo apenas le dejaba respirar. Podía darse cuenta cómo su vista se ponía borrosa e iba perdiendo la consciencia mientras buscaba una salida. Lo que pasó después todavía se encuentra un poco borroso para él. Recordaba a los aldeanos ayudándolo y socorriéndolo. Recordaba perfectamente el momento en que se percató que su hermana no respiraba. Recordaba perfectamente cuando la situación finalmente se volvió real, y todo el dolor de las quemaduras lo golpeó repentinamente. Cuando el fuego fue extinguido, los aldeanos no pudieron evitar que entrara a buscar a sus padres, pero sus cuerpos no fueron hallados. Los siguientes meses fueron duros para él. Las quemaduras sanaron de forma tortuosamente lenta, y las cicatrices permanecerían para siempre allí, recordándole ese fatídico día en el que perdió a su familia en ese misterioso incendio. A pesar de la negativa de los aldeanos decidió marcharse. Emprendió un viaje camino al norte, a Lanling. Allí conoció por primera vez al hermano de su madre. Su tío era un cultivador de la secta Jin, quien lo acogió. Zhang Li cuando entrenaba lo tenía en mente. Él estaba seguro que era posible, sus padres podrían aún estar vivos en algún lugar allá afuera.