XIV. Broom


Authors
ultraval
Published
2 years, 7 months ago
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"¡No la estás sujetando bien!"

El golpe seco que resonó en la caballeriza le habría dolido a cualquiera, sin embargo el mayor, Aramis, ni siquiera hizo una mueca de arrepentimiento al ver a su sobrino masajearse el lugar donde la espada de entrenamiento había acertado.

"¿Tienes que ser siempre tan violento?" Se quejó.

" Claro, olvidaba que tus enemigos esperarán también a que estés listo para defenderte antes de atacar" terció el que estaba asumiendo el papel de entrenador. Dante chasqueó la lengua sin miramientos.

"Ni siquiera has estado en una batalla real, hablas cóm--" y su frase murió con un chillido atropellado cuando se mordió la lengua a causa del siguiente golpe, justo en medio de la cabeza. Aramis ladeó una sonrisita, claramente orgulloso de haber logrado su cometido.

"Tú tampoco lo estarás por mucho tiempo si sigues sin tomarte esto en serio."

El de cabello cenizo lo miró ceñudo. "Me lo tomaría en serio si me dejaras practicar con una espada real, no con este mondadientes. ¡Ni siquiera los niños del pueblo juegan con espadas de madera!"

El berrinche siguió unos minutos más, durante los cuáles Dante se tomó la molestia de enumerar las muchísimas razones por las que debería estar usando armas de verdad y no de entrenamiento, empezando porque ya no tenía cinco años, y terminando porque era su derecho usar el arma de su madre. Aramis, que lo había escuchado casi con aburrimiento, ni se inmutó.

"Portia ni siquiera usaba una espada".

"No es el punto. ¿Acaso no escuchaste todo lo demás? Podrías usar el mondadientes para limpiarte los oídos en ese caso, y así yo podría--"

"¿Alguna vez paras de hablar?"

Si las miradas mataran, en ese mismo momento Dante no habría tenido más necesidad de aprender a usar la espada.

"Pero tienes razón, supongo." Admitió el mayor, tras algunos segundos de contemplación. "Creo que ya es tiempo de que empieces a entrenar con algo más a tu altura".

"¡Por fin!"

No perdió tiempo en deshacerse de la burda y pesada espada que había estado ocupando de toda la vida, y la arrojó al suelo sin pensárselo dos veces. Pero cuando se encontró frente al armario que fungía como pequeña armería, su tío carraspeó llamando su atención.

"¿Qué crees que haces?" El muchacho señaló la variedad de espadas a su disposición con obviedad.

"Escojo una."

"No, de esas no."

"¿Entonces...?"

Su corazón galopó, y de repente lo sintió en la garganta. Si no se refería a las que estaban guardas allí, entonces... Su mente voló a cierta lanza, talvez, talvez...

"Trae la escoba."