Fantasías de un lagomorfo.


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fizznet
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kjjkjhj No le sé a esto de la literaturas, ya nimodo. aver qué hago. Esto lo escribí hace un rato ya igual, idk. Quería subirlo a algún lado.

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Ayer.


Era muy de mañana, los rayos del sol pegaban en los ojos del pequeño conejito, señal de que era hora de ir a trabajar.

Todos los días, Zerito se alistaba peinando a medias su larga cabellera y poniéndose encima un mandil de cuero que, si bien era funcional, le quedaba cómicamente grande en su pequeño cuerpo. Todos los días esperaba a que su padre se alistara para ir juntos a trabajar a la herrería. Desmond Zentrum, un hombre formidable, estoico, que se hacía valer él mismo y a su especie con su carácter, el herrero del castillo desde hace unos buenos años ya. Zero siempre había admirado a su padre, y cómo no hacerlo? Fue éste quien hábilmente ayudó a su propia familia a escapar de aquel fatídico incidente que el conejito aún recordaba con claridad.

“Vamos”, comentaba aquel hombre al encontrar su vista con la de su hijo, y Zero se paró casi de inmediato, atendiendo las órdenes de su padre. Dentro de la herrería siempre hacía lo mismo, o bueno, eso intentaba. Con sus pequeñas manos, intentaba forjar todo tipo de cosas, armas letales pero útiles para aquellos caballeros que servían al ducado. Sin embargo, a diferencia de su padre, las de él eran significativamente más amateur. Quizá porque era sólo un jóven, o porque su padre llevaba su vida entera en el arte de forjar metal, lo que fuese el caso, siempre decepcionaba a Zero. Ni una palabra salía de la boca de su padre, pero él sentía, y sabía bien que su mirada lo perforaba cada que forjaba algo fuera de sus estándares. Siempre había intentado dar lo mejor de él, sin recibir el resultado que él esperaba.

Quizás cocinando le iría mejor? Lo había considerado, quizás hubiera sido más fácil ayudar a su madre en su lugar, la cocina del castillo sonaba como un lugar más interesante de cualquier modo. Pero su padre tenía reglas muy estrictas con él, “si quieres ser un hombre vas a trabajar en cosas de hombres”, decía. A él se le hacía estúpido, claro, un hombre es completamente capaz de cocinar, pero qué valor tenía para ir en contra de su propio padre? Quizás sólo debía buscar alguna otra cosa considerada como tal para poder escapar, aunque fuera por un rato, del agobiante calor de la forja y de la penetrante mirada de su padre.

Y para su suerte, ya tenía una muy buena idea. Justo aquellos que recogían las armas que ellos forjaban, los caballeros. Aquellos hombres se le hacían tan galantes, que no podía evitar asomarse a mirar cada que uno entraba a la herrería por sus cosas. Personajes tan elegantes, fornidos y habilidosos, para él era como si ellos estuvieran viviendo la mejor vida que puede existir en el mundo. En sus ratos libres siempre se encontraba blandiendo alguno de sus intentos de espadas, imitando ser un pequeño caballerito que iba a emocionantes aventuras que figuraban por su cabeza. Quizás eso sonaba incluso más interesante para él que cocinar, y eso ya era decir mucho, porque era lo que más amaba.

Pero, cómo una pequeña criatura como él podía llegar a ser un galante caballero como los que veía rondar por el castillo? Se le hacía inalcanzable, como su gran sueño y aspiración en la vida del cual sabía que muy probablemente no iba a disfrutar, al menos no pronto. Quizás estaba destinado a trabajar toda su vida detrás de una forja, como su padre, y sólo le faltaba muy muy poco para volverse bueno…. Aunque de eso se había convencido hace meses, años, y empezaba a perder un poco la esperanza. Si pensaba algún día cumplir su sueño, debía pasar primero por su padre… Y para él, eso era una tarea imposible, al menos sin un poco de valor.

Así que empezó a pensar en sus palabras, en evaluar los estados de ánimo de su padre para poder expresarle lo que sentía en el mejor momento. Quizá sólo tendría un chance, así que aquella conversación debía ser perfecta. Y así, una buena tarde, sin mucho trabajo por hacer, Zerito se acercó tímidamente a aquel hombre, jugando con sus propias manos para tratar de liberar el estrés que sentía.


”O-Oye, pa”, comenzó, ”y-yo- qué harías si, si yo no fuera herrero como tú?”


El Harengon lo escaneó de pies a cabeza y Zero sólo podía sentir un escalofrío levantarle el pelo, aunque se mantuvo de pie, intentando mantener el contacto visual lo mejor que pudo.

”Si no fueras herrero… Pues qué más pensabas ser, Zero?”, comentó el hombre, siempre con cara de pocos amigos, una expresión hostil para el pobre del conejito.


”C-Caballero”, continuó el pequeño, ”m-me gustaría… ser un caballero algún día…”

”Un caballero?” preguntó el otro intrigado, sus orejas en dirección a su hijo. ”Sabes lo que implica ser un caballero? El entrenamiento que debes seguir? Las reglas? Los riesgos que conlleva? No sólo es blandir una espada bonita.” 


”L-Lo sé”, contestó Zero con rapidez, ”L-Lo he… Pensado por un buen tiempo, y… C-Creo que es lo que quiero ser.”, continuó, con determinación en su tono de voz. Desmond estaba sorprendido de la actitud de su hijo, nunca lo había visto así, él estaba acostumbrado a ver a un conejito indefenso y asustadizo. Quizás entonces no lo decía a la ligera, y estaba consciente por lo que tenía que pasar para ser uno.”V-Voy a- a tomar el siguiente entrenamiento, cuando lo abran”, Zero dijo, dando un paso al frente, ”s-si me dejas.”, susurró al final, no estaba lo suficientemente listo para ponerse encima de su padre, no aún.


Desmond lo miró por un buen rato, sin decir palabra, lo cual para Zero se sintió como una eternidad. Su hijo? Siendo un caballero? Definitivamente no se lo esperaba, y ciertamente le intrigaba saber en qué tipo de hombre se convertiría su pequeño conejo estando en la caballería. No era un hombre especialmente afectuoso, en lo absoluto, pero algo en tenerlo trabajando junto con él le generaba cierta seguridad de saber que estaba bien. Y qué si moría allá afuera? Qué si el entrenamiento era muy duro para él? Eran cosas que se le venían a la mente, y trataba de ignorar.

”Está bien”, logró decir, con algo de incertidumbre en su voz que Zero no pudo detectar, ”pero vas a tener que regresar si fallas, o si Marco me dice que no das la talla. Entendido?” A Zero le brillaron sus ojitos de emoción, y una gran sonrisa figuraba en su rostro antes de ir a abrazar a su padre. El hombre era alto, Zerito apenas y le abrazaba las piernas, pero Desmond lo abrazó para subirlo con sus brazos y poder tenerlo más cerca suyo. Fue un abrazo cálido, inusual para ambos que no sabían muy bien cómo demostrarse cariño el uno al otro. Quizás al herrero se le escaparon una o dos lágrimas que inmediatamente se secó, su pequeño estaba creciendo, forjando su propio camino, él sólo deseaba que se convirtiera en alguien grande y fuerte para que nadie lo lastimara.


A partir de aquella noche, ambos se abrieron un poquito más el uno con el otro, a compartir pequeñas cosas que les preocupaban a ambos, ese amor puro de padre e hijo que ambos empezaban a descubrir. Esa noche, en cuanto Desmond fue a dormir, Zero se apresuró a agarrar un objeto afilado y empezar a recortar la larga cabellera que tenía, hasta quedar con un peinado lo suficientemente corto para sentirse más cómodo. Estaba más que decidido, iba a empezar un nuevo capítulo en su vida, debía verse diferente, no? Debía verse más él.