Origen Romántico
—La historia de cómo nos conocimos fue… Curiosa —Comenta Adrián intentando no dar
muchos detalles.—
—¡Ay vamos, sabes que fue muy interesante el inicio de todo esto, además que hay mucho
detalle que contar!—Ian respondería ante la visión que el otro tenía sobre el tema de su
relación.—
—Por eso digo que fue curiosa, y no te me encimes mucho que sabes que me incomoda un
poco —
—Y eso no lo dices cuando…—
—Okay, cuenta tu la historia, pero omite esos detalles, al menos ve solo por el inicio—
—Si insistes…—
La relación de ambos jóvenes había iniciado varios años atrás cuando tenían alrededor de
15 años. Opuestos en personalidad, apariencia y forma de ver la vida.
Ian como el joven carismático y amigable que resultaba ser a simple vista conoció a Adrián
en una tarde junto a su amigo Hugo, amigos muy cercanos que rozaban el bromance por
los años que se conocían.
Adrián en un inicio intento evitarlos y mantenerse al margen de la situación, esperando el
momento en que lo dejarán en paz y abrazar a su querida soledad, y junto a esta, un cúter
manchado de sangre seca con el que se hacía cortes en los brazos ante el disgusto y su
estado emocional en ese entonces que no era el mejor.
En un inicio el joven pelinegro apenas y decía una palabra cuando el dúo de amigos,
principalmente Ian, le hacían preguntas o comentarios variados.
En repetidas ocasiones daba respuestas cortantes o secas para desalentar al par y se
fueran, ya que no quería decirles directamente que lo dejarán en paz, pero la insistencia y
determinación hicieron que finalmente cediera ante Ian, igual también había accedido
porque esperaba que se quedara en ello y se pudiera retirar más fácilmente.
No sabía que hacer eso le cambiaría la vida más adelante.
Fue a partir de ahí que el dúo poco a poco se iría volviendo un trío al aceptar a Adrián en el
grupo.
Una salida por un helado poco a poco fue evolucionando en salidas más complejas y
entretenidas para aquel chico reservado que siempre buscaba la paz en su soledad.
Al inicio le incomodaba bastante lo estrecha que era la amistad entre Ian y Hugo, llegando
algunas veces a creer que eran una pareja joven, especialmente cuando hacían bromas y
ciertos comentarios entre ellos que lo hacían sonrojar por la vergüenza.
Eso casi lo hacía dejarlos y volver a su antiguo estilo de vida, pero cuando lo hacía, sentía
que algo faltaba. Ya no disfrutaba la soledad tanto como tiempo atrás, es decir, seguía
encontrando tranquilidad en estar solo, pero se sentía vació.
Algo le faltaba, o más bien, alguien le faltaba.
Si bien con Hugo desarrolló una amistad que si bien no era muy expresiva (principalmente
de su lado) era sólida y ya lo consideraba alguien de importancia en su vida.
Pero con Ian… las cosas eran más complicadas.
Su percepción hacia él evolucionó de una forma que él jamás imaginó.
Primero lo consideraba alguien insoportable, después a un tipo rarete, pero simpático, pero
ahora lo consideraba más que eso, un chico muy agradable, quizás demasiado diría él. Una
persona que sentía su amistad ahora era algo más, pero no estaba seguro de qué.
Adrián ahora lo consideraba alguien muy cercano a él, tanto que llegó a revelarle el cutting
que practicaba a causa de su estado de ánimo.
Dicha acción le había costado semanas de reunir el valor suficiente para confesárselo, e
incluso después de decirlo empezó a entrar en crisis creyendo que Ian lo vería como un
loco que sé lástima a sí mismo.
“¿EN QUÉ MIERDA ESTABA PENSANDO?, ¿POR QUÉ SE LO DIJE?, ¡MI AMISTAD CON
ÉL ESTÁ ARRUINADA”!
Ian supo que hacer eso fue un gran gesto para él, por lo que no dudo en mostrar su
entendimiento por lo que hacía, consolándolo de una forma muy cercana.
Un abrazo por la espalda que hizo a Adrián expulsar sus malos pensamientos de su mente
e incluso quedar congelado, ya que jamás espero esta reacción de su amigo
Sumado al abrazo, le dio algunas palabras de apoyo y consuelo, agradeciendo por abrirse a
él de esa forma y lo difícil que fue decirle de esto.
Prometiendo guardar el secreto y no decirle a nadie, esto aminoró totalmente el ambiente
entre ambos, incluso ayudó a que las lágrimas de Adrián se detuvieran.
Él le volvió a ver nuevamente mientras Ian sostenía un pañuelo con el que secaba sus
lágrimas.
Al estar tan cerca de esa forma, el dúo no pudo evitar sonrojarse por la situación tras
quedar varios segundos mirándose fijamente, como esperando que el otro diga o haga algo,
un momento extraño, pero a la vez, muy cómodo e intenso.
—Esto es muy… ¿Raro?—Comentó intentando cambiar de tema y sofocar el tobogán de
emociones que sentía en estos momentos.—
—Diría que es agradable.—Con su actitud positiva de siempre, intentaría que su amigo se
sintiera cómodo, aunque él tampoco estaba logrando procesar lo que sentía en ese
momento.—
Una vez los dos volvieron a su estado “normal” y cada uno se fue a casa, ya a solas fue que
comenzaron a reflexionar sobre lo que sintieron en ese momento.
Adrián se sentía tan confundido por estas emociones que no lograba entender del todo.
No era exactamente felicidad, pero lo hacía sentir de una bonita manera, cálida y cómoda.
Se intentó convencer de que solo era alguna etapa de amistad duradera o algo por el estilo,
pero finalmente logró entender que era lo que sentía.
Él se había enamorado de Ian, y por fin lo comprendía.
Solo esperaba tener el valor de expresarle lo que siente.
Sin saber que la otra cara de la moneda llegó a la misma conclusión.
Ahora toca ver quién da el primer paso antes que todo se vaya al demonio.
Verlo de nuevo en la escuela ahora le era extraño y lo ponía sumamente nervioso. Con sus
experiencias frescas e ideas de la vida aún inmaduras, su forma de comportarse al estar
cerca de él lo abrumaba y, de forma cómica, se fríe el cerebro.
Por primera vez en su vida, Ian no lograba juntar el valor para expresarse, algo raro de él
sabiendo que suele decir lo que opina sin titubeos, pero ahora era diferente.
“Ugh, estoy actuando igual que Adrián, ese tonto~”
Sin saberlo, un fuerte rubor se hacía presente en su rostro, pero rápidamente espabilo y
salió de ese trance, aunque el rubor permanecía solo que más leve.
Antes que pudiera pensar en otra cosa, la alarma escolar dando aviso del inicio de clases lo
alertó, no era habitual llegar tarde en él, y hoy no sería la excepción.
—Pero el destino parecía que nos quería juntos a como diera lugar.— Lo decía entre risillas,
al recordar lo transcurrido con humor.—
Corriendo a tropel hasta su clase, no vio bien su camino y obstáculos, por lo que al girar una
esquina, terminó chocando con Adrián.
Ambos terminaron golpeándose y cayendo al suelo, siendo él quien recibió más daño pero
el dolor era ignorado al tener su atención en otra cosa, otra persona.
Adrian no dijo mucho al principio, solo quejidos de dolor y algún insulto suelto por no fijarse.
Ian era lo contrario, su mente estaba en caos como si mini Ian 's corrieran de un lado a otro
sin saber qué hacer.
Adrian solo se le quedó mirando, dejó de estar enojado y de una forma más sutil, a estar
sonrojado, pues él no era un desconocido a estas emociones.
Antes que Adrián se levantará y fuera a su clase, Ian en un acto impulsivo y sin previo
pensamiento, hablo.
—¿T-tu…?—Buscaba las palabras adecuadas lo más rápido posible.—¿Quieres salir a la
cafetería conmigo?—
—¿Eh?—Ahora era su turno de aceptar sus sentimientos, está era la señal que
necesitaba.— ¡S-si!—
Y con esta cita inicial, fue que su relación inició realmente.
Una larga, fuerte y bella relación, envidiable por su unión, y adorable al verlos, empalagosos
de solo verlos.