Crimson fire


Authors
Chickolates
Published
3 years, 2 months ago
Updated
3 years, 2 months ago
Stats
1 1119

Chapter 1
Published 3 years, 2 months ago
1119

Geki's adventurer growth and his life between that moment and his next rank up. All these stories will be written in spanish, but if anyone is following Geki's adventures and would like to read them in english, please contact me and I'll translate them easily.

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Acariciado por la magia silvestre


El templo entero parecía agitarse. Era bien entrada la noche y los elnin monjes corrían de un lado a otro. Aparte de los monjes superiores, nadie sabía muy bien qué hacer. Unos consultaban antiguos pergaminos, otros entonaban cantos acompañados de cascabeles... El ambiente se llenaba de pequeños espíritus menores curiosos y la noche parecía tranquila, pero una inquietante cantidad de energía ancestral se empezaba a acumular en el ambiente. Nadie esperaba que el joven Geki creciera directamente en lo que allí llamarían un Tenko sin haber vivido miles de años, pero todo el mundo estaba expectante del cambio que sufriría aquel bendecido con las marcas de tinta blanca.

El joven Geki hacía unas horas que había vuelto de visitar a su enfermo padre afectado por la Fiebre del Ocaso. Nadie le había dado permiso al chiquillo para acercarse a alguien tan inestable afectado por la miasma y por tanto, nada más volver al templo, los monjes superiores le habían rodeado para interrogarle brevemente y castigarle. El kittom había asegurado que su padre, Kanji, había ascendido a rango Noble, y que a pesar de estar afectado de miasma, solo era exteriormente, su interior estaba prácticamente estabilizado y por tanto no había peligro. Pero los monjes superiores estaban muy enfadados y no entraron a razones. Si la miasma hubiera corrompido el corazón de Geki, sería como una mancha en su ánima, negro sobre el blanco inmaculado que estos monjes habían puesto tanto esfuerzo en pulir y sacar brillo. Geki aguantó con total sumisión y un atisbo de orgullo el severo castigo. Hasta ahora, si alguna vez había tenido un descuido, tan solo había sido mandado a ayudar a transcribir algún manuscrito. Pero esta vez, Geki había probado por primera vez el dolor punzante del látigo. Hasta ahora nadie se había atrevido a ponerle la mano encima, a mancillar la pureza de su cuerpo tan venerado en esa montaña, pero esta vez sus maestros no pusieron reparo, dejándose llevar por la ira de ver que a su discípulo no le importara ponerse en riesgo.

Quién iba a pensar que tras la profunda charla que había mantenido Geki con su padre horas antes, con el corazón a flor de piel, y la insultante humillación que había sufrido a mano de sus maestros, Geki... ¡Geki iba a crecer!

Cuando los jóvenes kittom alcanzaban la madurez, sus cuerpos cambian y crecen para mantener era armonía espiritual. Ese cambio físico es a veces desencadenado en un punto importante de la vida del kittom, tras una valiosa lección, meditación o incluso del día a la mañana. Los maestros de Geki habían mantenido el nivel de las enseñanzas de Geki a un punto donde no sobresaliera, donde no se rompiera ese equilibrio y no se forzase a cambiar. ¿La razón? Esperaban que cuando Geki llegara a la madurez, a la iluminación como ellos lo llaman, fuera de la manera más pura y que eso se reflejara en su rango, en su maná, en su ánima. Que fuera un crecimiento puro e impoluto, listo para tomar la tarea de mensajero de los dioses.

Quién iba a pensar que los eventos de ese día afectaran tan fieramente a Geki, y rompieran esa armonía que tanto tiempo había estado en equilibrio.

Quién iba a pensar que esos ojos de rubí reflejaran un alma tan feroz, un alma que había sido domesticada con el sonido de los cascabeles.

Quién iba a pensar que... en un esfuerzo de enseñar a su padre que cada uno es libre de forjar su destino, las marcas de tinta de Geki, resonaran con ese deseo y se tiñeran de un azabache antiguo en casi su totalidad.

Quién iba a pensar que, sin embargo... Su maná no se había manchado, pues había dado luz a un cabello blanco como la nieve, y a tres colas de tamaño considerable.

No, Geki lo sabía. Esta no sería su forma final, su máxima madurez.
Solo era su cuerpo revelándose, y su ánima resonando con el destino que él mismo había elegido.
Un punto intermedio...

El joven Elnin estaba bañado por la luz de la luna, de pie en medio de sus aposentos. "Je, no les va a gustar que haya crecido bajo tanta influencia de magia femenina, verdad?" Susurró mirando a la dama de la noche, seguido de un leve suspiro y una sonrisa burlona.

Hubo un tumulto en la puerta de la habitación, y ésta se abrió de par en par. Los cuatro monjes superiores se quedaron petrificados en el marco de la puerta, mirando con ojos horrorizados al Elnin que tenían delante. La habitación estaba llena de bolitas de luz carmesí que parecían fluctuar ferozmente como llamas, exactamente al mismo compás que la bola de fuego del mismo color latía sobre la cabeza de Geki. Pero algo más compartía ese tono rojizo salvaje... Eran los cuernos y ojos del joven, cuyo ojo izquierdo, además, mostraba atisbos de magia silvestre y ancestral en forma de un rastro de luz que imita el vaivén del fuego...

El ambiente se sumió en un silencio absoluto, y de repente, uno de los monjes.. se desmayó. No sin antes señalar el lomo de Geki, que de repente fue el blanco de la mirada de los tres maestros restantes. El trío inspiró sorprendido al unísono. Las marcas de tinta ahora eran negras.

Geki por fin apartó la vista de la blanca luna que aún le iluminaba, dándole un aspecto aún más bello y salvaje. Miró a sus maestros, a aquellso que le habían guiado desde que nació, y con una sonrisa medio de burla y una mirada de disculpa, les reprochó: "¿Y qué esperaban?"

Las motitas de luz rojiza temblaron maliciosamente, mientras sumían la habitación en tonos del mismísimo atardecer, que nada tenían que envidiar a las caras de ira que se les estaba poniendo a los maestros mientras intentaban hablar, logrando ininteligibles balbuceos. Para ellos, Geki acababa de rehusar de la manera más violenta posible una bendición celestial, se había arrastrado hacia la magia ancestral y salvaje que no se deja ser venerada, se había rendido a la esencia natural que no conoce ni el honor ni la disciplina.