Entregada por sus padres a los yakuza cuando apenas era una niña por una deuda que tenían que saldar antes de que estos mismos huyeran sin dejar rastro, Ryuko descubrió pronto que a veces quienes menos lo esperas tienen mejor código moral que la gente de a pie en quien se supone debes confiar.

Si era cierto que sus padres tenían una deuda... Una de muchas, y ellos precisamente no estaban de acuerdo en aceptar niños como pago. Preocupados por la situación en la que habían dejado a una niña, decidieron llevar a Ryuko con la doctora que los atendía en su clínica clandestina, claro que no fue una noticia que Yoriko tomara de buena gana. Ryuko y ella no se llevaron bien; una por su rechazo persistente a los extraños que no la dejaban ir y la otra por... Bueno, una carga que nunca pidió, pero que eventualmente acabó aceptando cuando Ryuko se hizo más a ellos al ver que eran buenos, creando así una curiosa familia con Yoriko y el resto de delincuentes de la zona que veía como tíos.

Al ser una zona neutral gracias a esta clínica, fue un barrio extrañamente tranquilo para que Ryuko creciera, llegando incluso ha entablar una amistad con un niño de su edad hijo de una de las mujeres del Love Hotel, y criado entre todas, al que Yoriko ayudaba en revisiones médicas importantes. Dietrich quizás empezó robándole parte de la omelette que una de sus madres decoró para ella, pero realmente fue el inicio de la mejor amistad que podría tener, y que mantuvo hasta el día de hoy.

Quizás fue por la naturaleza de su abandono o por lo temprano que se la expuso a los negocios que ocurrían en los barrios bajos, pero Ryuko aprendió pronto que a veces hace falta que haya alguien que defienda al resto para que se mantenga la paz, no como una justiciera ni como una heroína, solo... Como una intermediaria. No era raro que se metiera en problemas por saltar cuando algún matón hablaba e interrumpia la clase, ni verla peleando en los recreos por un niño que no supo mantener la boca cerrada. Y como en casa precisamente no castigaban por saltar cuando había un motivo valido, Ryuko se ganó la fama de gamberra en cada escuela a la que iba.

Cuando llegó el momento de ir a la secundaria, mientras que su amigo llegó a ir a una secundaria privada, Ryuko se mantuvo en una pública de no muy buena reputación donde pudo mantener un perfil más normal, pero a la vez ganando cierta reputación entre su curso de solucionar problemas y finalizar pelear estupidas. En este tiempo también se dio cuenta de que había enemigos aun más fuertes en el mundo real que unos cuantos pre-adolescentes... Y peores delincuentes, mucho peores que yakuzas que solo tienen poder y manejan negocios.

Fue entonces que decidió que entrenaría muy duro para poder hacerles frente, que se haría mucho más fuerte para que la gente buena de su barrio y de cualquier lado de Japón pudiera seguir tranquila viviendo su vida. Seguía sin saber si esto la convertía en una justiciera, no quería recibir gloria ni halagos, ni tenía una razón personal para aspirar a esto, simplemente sabía que a veces los problemas se resuelven en la sombra antes que con paciencia y buenas palabras.

Para cumplir su objetivo, entrenó desde joven con los yakuzas amigos de su abuela. Aprendió a manejarse en ese mundillo y practicó artes marciales, donde mostró mayor maestría sorprendentemente fue en el kendo, incluso se hizo miembro estrella del club de su escuela. La prueba final para saber si tenía lo que hacia falta para proteger a la gente vino en su último año de secundaria, donde recibió su primer trabajo.

Era algo sencillo; Acompañar a los miembros de una banda para entregar un paquete y asegurarse de que el intercambio ocurriera sin problemas. Ella sería quien los protegiera.

En un inicio no parecía haber problema con las negociaciones, hasta que el bando contrario empezó a no estar de acuerdo con el precio que pedían y todo se desmadró muy rápido. Aun con su misión, la banda intentaba encargarse de la situación, Ryuko aun era muy joven y era la primera vez que se enfrentaba algo así. Al menos pudieron evitar perdidas, pero en un momento dado cuando creyeron que había terminado todo, uno de los últimos miembros del bando contrario apareció armado por sus espaldas. Y esa vez, fue la primera vez que Ryuko mató para proteger a otra persona.

Se ganó el respeto en su barrio, la ficharon para más trabajos futuros, pero no se podía decir que Ryuko se sintiera del todo feliz; era un sentimiento en su estomago difícil de describir, la realización de que quitó una vida humana. Una que casi acaba con alguien a quien conocía. Le costó aprender a llevarlo los primeros meses, sin embargo, aprendió después de todo. Y no sería la última vez que Ryuko mataría dentro de su trabajo.

Mientras seguía su objetivo dentro de este bajo mundo, Ryuko seguía viviendo su vida con normalidad incluso después de la preparatoria; Era quien se encargaba de cuidar la casa y cocinar en su mayoría desde joven, y cuando llegaron dos niños más bajo el ala de Yoriko, ella se encargó de ellos. Sus dos hermanos pequeños; Nikui y Ako. Que si bien llegaron bastante más crecidos, no quitó que ella siempre estuvo ahí para lo que necesitaran.

Hoy en día compagina sus trabajos con la yakuza con su nuevo empelo como guardaespaldas de su amigo Dietrich, no ha perdido de vista su objetivo de proteger ni lo perderá mientras ella se mantenga en pie.