"Cain"

• Tiene un lunar sobre el ojo derecho
• Nunca abre sus ojos, y siempre se le ve con una sonrisa
• Desaliñado siempre, ropa ancha, vieja y rota
• Tiene un sombrero de paja que lleva a todas partes

Joven educado y ligero de andar, Cain es un joven relajado, tranquilo y un amante de la vida, sea ésta buena o mala. Su humor es liviano, en todo ha de encontrar algo maravilloso y grato y nunca ha de pensar mal de sus experiencias o pasar, siendo un optimista de corazón hasta la raíz. Y es que el joven sin nombre propio es un rídiculo, pues si a todo lo bueno le ve, ¿como ha de equilibrar su vivir? Siendo además expresivo y sin poder ocultar sus emociones, es fácil leerlo y quizá, aprovecharse de él.

Además, es elocuente, rápido de pensar y carismático a más no poder, listo para pláticar y envolverte en su charla, siendo su único defecto su ligereza y una pereza que lo hace arrastrar los pies, conformándose con poco, como el hecho de existir sin comida, techo o cobijo. Para qué pensar que hará mañana, qué comerá, dónde dormirá... no importa mientras esté respirando y sea capaz de disfrutar las pequeñas cosas de la vida. Y es que casi hay que arrastrarlo a que se mueva, tal vez, si no es para conocer nuevos sitios no le ve sentido.

Y es probable que todo apunte a una pena anterior, siendo el único tema que cause emociones capaces de resguardar. Algo trae sobre sus hombros, pero no es hasta que lo ves callado y meditativo, inclusive durmiendo, que esa pena se filtra por su feliz y tranquila expresión.

Hijo mayor de buena familia fue un niño bastante normal, o eso parecía ser. A los dos llegó su hermano menor, quien pronto se volvió la luz de los padres al tener un estado delicado de salud, aunque sin opacar del todo al niño de cabello negro que había llegado primero: creció lleno de estímulos, en un buen hogar, con dinero y todo lo que llegase a necesitar, sus padres sin desearlo empujándolo a tener un carácter algo retorcido en la adolescencia; tan buena escuela era la que tenía, en un mundo perfecto, que en Cain creó el estrago necesario como para comenzar a exigir más, queriendo quebrar la burbuja y jaula en la que vivía y adquiriendo malos hábitos como fumar, beber y procrastinar todo.

Pronto lo que pareció un hijo perfecto era un joven rebelde y problemático. Tanto fue su rabia contra sus padres y ese deseo de saltar por una ventana e irse y dejar todo atrás, que cometió una atrocidad que costó no solo su visión, ya de por si algo precaria, sino la autonomía del hijo menor que quedó postrado en silla de ruedas, y con ello, rompió aquella familia que se había mantenido feliz por tantos años.

El enojo de sus padres hizo que el joven se diese cuenta de lo malcriado que había llegado a ser. Perdía a su familia a causa de su egoísmo y a cambio de tener la oportunidad de irse. Se le ofreció inclusive el dinero para que se fuera, más, triste del daño provocado, el joven solo huyó con lo puesto y lo que tenía en la billetera lo gastó en un pasaje de avión al primer vuelo que estaba disponible en las hrs siguientes. Le decía así adiós a sus orígenes, a sus amigos, a su todo y nada; la visión de su hermano herido fue lo último que guardó su retina.

Así fue como aquél educado joven más dolido llegó a Canadá, más concretamente, al aeropuerto de Toronto. Siendo un nuevo país decidió no hacer nada para recuperar su vieja vida y no haría más que trabajar de vez en cuando, más su comodidad aprendida de una vida fácil causó en él que no tuviese interés en vivir... bien, o mínimo, normal. Trabajos esporádicos, acampadas a la intemperie y aprendió a sobrevivir a base de refugios para sin techos y la caridad.

Viajó así por un año o más, hasta llegar a Calgary, donde algo pareció cambiar. Una muchacha de suave voz... causó en él una demasiado buena impresión.