Días Festivos


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Era un día inusualmente animado, cuyo clima parecía reflejar el ánimo festivo que inundaba la casa. Tanto su madre como sus hermanos se hallaban bastante contentos de no haber tenido que cambiar al plan de respaldo, puesto que hacer la celebración en los jardines después de tanto tiempo les causaba bastante ilusión.

Aunque el sol era brillante, no era demasiado sofocante, junto al cielo despejado y la suave brisa, parecía un día perfecto. Colocando una mano para cubrir sus ojos, miró con curiosidad hacia el cielo como quien busca confirmar lo obvio, buscando la luz del sol como quien verifica que este no se haya ido. Una acción bastante tonta sabía ya, cerró los ojos para evitar seguir dañando sus retinas tontamente, luchando por volver a acostumbrar su vista a las cosas en las que realmente debía enfocarse.

Sintió un tirón de la mano que tenía a un lado, parpadeando un par de veces bajó su vista hacia donde esperaba encontrar a Kei intentando llamar su atención. Le miraba con sus ojos redondos y brillantes, señalando hacia las mesas que ya habían sido apropiadamente colocadas y adornadas. Miró a su hermana una vez más antes de volver sus ojos al punto del jardín donde estaban terminando de colocar los últimos preparativos para la celebración. Allí estaban ya sus padres, hablando entre ellos con un aire que no solía ver en ellos. Si bien la sonrisa de su madre parecía estar casi impresa en su rostro de forma permanente, en este día verle con la menor de sus hermanas en brazos, hablando con lo que parecía genuina alegría le seguía pareciendo un poco... sorprendente. 

No era del todo de extrañar, era el primer año de Ryoko a fin de cuentas. Para una niña cuya supervivencia fue incierta en sus primeros meses, haber llegado al año completo era casi una hazaña en si misma. El entusiasmo de sus padres era completamente factible. Aún así mientras miraba el rostro durmiente de su hermana menor, la pregunta sobre si viviría un año más después de este, rondó por su cabeza inevitablemente. Esperaba que sí. 

Salió de su ensimismamiento gracias a un nuevo tirón en su mano, algo más fuerte que el anterior. Suspiró, aceptando seguirle esta vez. Mientras se dejaba conducir por la menor, miraba con atención los arreglos preparados. El ambiente era de buen gusto, aunque se preguntaba cuanto de esto podría disfrutarlo la persona que se suponía debía hacerlo. Decisiones de adultos, supuso. 

Hallándose ya cerca de la mesa en la que Kei parecía más interesada, ella finalmente soltó su mano, intentando alcanzar algunas cosas de la mesa. Claramente su altura se lo impedía, por lo que haciendo un puchero volvió su rostro hacia él, tirando de su mano una vez más, señalando algunos dulces de la mesa. Miró hacia sus padres, quienes aún parecían bastante inmersos en su charla. Resopló, tomando un pastelillo y alcanzándolo a su hermana. Los ojos de esta se iluminaron, claramente emocionada de haber conseguido su objetivo.

— G-gracias! — Dijo, con algo de esfuerzo. Aún no vocalizaba bien las palabras, pero podía verse que para su edad estaba muy entusiasmada con la idea de unirse a las conversaciones de sus hermanos y sus padres. Dicho esto, procedió a darle una buena mordida al pequeño postre.

Le miró evaluadoramente, antes de decidir tomar una servilleta y ofrecerla.

— Usa esto. — La conocía bien, y sabía que al menor descuido y usaría su propio vestido de servilleta. Aún era demasiado pequeña para controlar esos reflejos, especialmente con lo enérgica que solía ser. Se oyó un nuevo agradecimiento, aunque esta vez totalmente ininteligible dado que tenía pastel en la boca.

Negó para si mismo. Otra de las cosas que parecía que tendrían que repetirle muchas veces más.

 — No hables con la boca llena. Mastica primero.

Ni siquiera sabía si ella podía entender todas las palabras que estaba usando. La menor asintió de todos modos, terminó de masticar y soltó un "gracias" ligeramente más entendible. Supuso que era suficiente por el momento. 

Aún esperando a los demás invitados, porque ciertamente sus padres no dejarían en privado un evento como este, observó a sus alrededores una vez más. Seiji parecía estar correteando con alguno de sus primos, sus tíos... hablando o algo así, y sus padres parecían esta vez haber notado que los estaba mirando. Su madre le estaba llamado. Resopló nuevamente para sus adentros. Este sería un día largo.



...



Realmente no era el mejor para mantener los ambientes animados, por lo que agradeció en silencio que Seiji estuviera bastante dispuesto a ocupar ese rol. Mientras tanto, se hallaba verificando que los cocineros hubiera dejado todo en orden. Los pedidos de Kei para sus propios cumpleaños solían ser muy específicos y aunque no era una niña especialmente caprichosa, al ser su cumpleaños y teniendo las posibilidades, no veía por que no concederle el capricho por una vez. Era en parte que sabía que solo cedería de esta forma una vez al año que ella hacía algunos pedidos especialmente descabellados para este día. Para el próximo año le pondría algunas restricciones, o sus dientes terminarían pudriéndose en azúcar demasiado pronto. De momento, los cocineros parecían haber cumplido por lo que se dispuso a volver al comedor. Realmente la supervisión de la comida no era algo de lo que tuviera que ocuparse personalmente, pero en días como este en que se hallaba en un planificado tiempo libre, prefería ocuparse por si mismo que todo funcionara de forma correcta.

Se aproximó a la mesa principal, viendo como estaban sus tres hermanos ya sentados en sus lugares, Kei y Ryoko escuchando con atención algo que Seiji parecía estar narrándoles. Él solía hacer eso a menudo, contando historias que había escuchado, algo que había visto o lo que parecía ser ahora, algo que se había inventado para ocasiones como esta. A sus oídos sonaba realmente absurdo, pero ellas parecían tan inmersas en escucharle que se abstuvo de comentar cualquier cosa. Sin embargo a penas Kei se percató de su presencia, giró totalmente hacia él, interrumpiendo el relato, llamando así la atención de sus hermanos.

Parecía haberle estado esperando, y por las expresiones de Seiji y Ryoko, ellos también. Tomó asiento con el cuidado usual, escuchando sus llamados y preguntas sobre los preparativos.

— Está todo preparado. En unos momentos lo traerán a la mesa.

Parecían bastante emocionados con la respuesta, lo que era de esperarse. Ellos estaban aún en aquella edad en la que las celebraciones eran algo emocionante y feliz, algo que esperaban con entusiasmo. Una pregunta intrusiva apareció repentinamente, cuestionándose si alguna vez había sentido dichas emociones por alguna de estas celebraciones. Aplastó el cuestionamiento con rapidez, no era momento de detenerse a pensar en esos temas.

Conocía bien a sus hermanos, y sabía que sus miradas eran particularmente transparentes. Por ello mismo, cuando vio a Ryoko y sobre todo a Kei con una emoción ajena a la alegría en ellos, supo con certeza que les aquejaba. La respuesta era evidente. La ausencia de sus padres y tíos era algo que se hacía notar. Algunos de sus primos llegarían más tarde a unirse a la celebración, pero la diferencia de ambiente considerando la ocasión era perceptible, especialmente si la comparabas con hace unos años atrás.

No era el primer cumpleaños de alguno de sus hijos en el que brillaban por su ausencia, después de todo. Y aunque él ya se había acostumbrado hace bastante, y Seiji lo había hecho hasta cierto punto, la decepción en la expresión de Kei, era bastante palpable. Ryoko por su parte no tenía recuerdos tan vívidos con los cuales hacer comparaciones, pero su hermana estaba triste por lo que ella estaba triste también.

Al menos se habían tomado la decencia de dejar algunos regalos. Aunque no sabía que tanto podían valer cuando venían de parte de un par de personas que preferían sumergirse en el abismo antes que tener una consideración tan básica como aquella. Anteriormente había creído que era poco más que una ausencia inevitable, dado lo buenos que eran poniendo excusas, era capaz de admitir que en su momento había creído en ellas. Pero a estas alturas, sabía bastante bien que simplemente no se daban el trabajo de recordar las fechas. Estaba casi seguro que los regalos ni siquiera habían sido elegidos por ellos mismos, si no encargados al ama de llaves para comprarlos "en la fecha que correspondiese".

Nuevamente, empujó los pensamientos negativos a un lado, centrándose en lo importante, lo que era que su hermana pase el día de la mejor forma posible.



...



Desagrado.

¿Sería aquella la palabra adecuada para lo que sentía en estos momentos?

No podía estar seguro.

Percatándose que había fruncido el ceño, masajeó sus sienes mientras exhalaba para relajarse de las emociones negativas que comenzaban a inundarlo. Debía calmarse. No tenía sentido molestarse por cosas como esta. Era probablemente hasta inmaduro de su parte. Había sido solo una pregunta, nada más. Una pregunta que en sí misma no tenía nada de malo. Entonces, ¿por qué se enojaba? En el fondo, una respuesta comenzaba a formarse. Sin embargo no se detendría en ella en este momento, después de todo quien realmente requería de una era precisamente, Seiji, quien estaba al frente suyo, ya algo tenso a causa de su silencio.

Negó para sus adentros. Que espectáculo lamentable estaba dando. Suspiró pesadamente.

— Está bien. — Dijo finalmente después de otra pausa incómoda. — Puedes ir con ellos. — Se mordió la lengua mentalmente para evitar añadir un "si quieres", porque sabía que terminaría diciéndolo de una forma poco gentil.

Seiji resopló audiblemente, claramente aliviado por la respuesta positiva. Observando su reacción, no podía estar del todo seguro si había anticipado que le sería concedido el permiso o no. Se había acercado algo indeciso, con aquella actitud de risas nerviosas que llevaba cuando estaba por soltar alguna verdad incómoda porque no podía guardarla más bajo su escrutadora mirada.

Le hizo un gesto con su mano, indicándole que si no tenía nada más que decirle, podía volver a lo que sea que estuviese haciendo antes. Pareció tomarlo con un permiso de retirada, no sin antes decir nuevamente que de todos modos estaría en casa para la cena de la forma más animada posible.

Objetivamente hablando, no era importante. Cada quién debería ser libre de decidir como pasar su propio cumpleaños y los demás debían acomodarse a ello. O al menos aquel era el ideal. La realidad era que habían muchos formalismos, muchos acuerdos tácitos de qué debía hacerse, con quiénes debías pasar el día, más de un ritual sobreentendido. Claramente lo había perdido de vista, tan acostumbrado a reuniones, encuentros y acuerdos. Debía repetirse a si mismo, que no porque él hubiese decidido cargar con eso significaba que sus hermanos debiesen pasar por lo mismo. Debía repetírselo hasta que el pensamientos estuviese bien asentado en su cabeza, como debía de ser.

Una vez que estuvo a solas nuevamente, tomó asiento en su escritorio, hizo el ademán de ordenar sus papeles, antes de detenerse y pasar sus manos sobre su rostro con frustración.

Lo único que había hecho Seiji era preguntarle si podía pasar parte de su cumpleaños con sus amigos, salir a comer afuera y visitar algún lugar interesante que cuyo nombre ahora mismo no era capaz de recordar. Y de alguna forma, lo primero que había sentido al escuchar la pregunta era una abrumadora sensación de desagrado. No. Sabía que no era solo eso. Probablemente era un sentimiento de traición. Bastante injustificado, a su parecer. Pero el solo pensar como cada año reservaba cuidadosamente el día completo de sus cumpleaños para pasarlo libre el día completo con ellos, trabajando demasiado los días anteriores para reducir al mínimo el riesgo de que cualquier imprevisto se presentase, planificando todo con el mayor cuidado posible con bastante tiempo de antelación, y que estando ya en la casa después de viajar, solo unos días antes viniese de repente... 

Era un enojo tonto, inmaduro, estúpido. Debía estar feliz, de como sus hermanos estaban creciendo, de como eran cada vez personas con propio criterio, haciendo su propia vida. Que el diario de ellos no se limitase a una pequeña burbuja. Después de todo, era lo que siempre había querido para ellos. Pero en lugar de ellos, lo único que pensaba era en como a partir de ahora ellos dejarían de darle importancia a estas cosas, como comenzarían a pasar sus días festivos fuera de casa, con personas que ni siquiera conocía. Era normal. Debía recordarse a si mismo que era algo normal. Debía recordarse a si mismo que no porque él hubiese decidido renunciar a todo aquello, significaba que ellos tuviesen que hacer lo mismo. 

Ellos debían hacer sus vidas y no estar atados a los eternos formalismos y círculos de acuerdos de su familia. Así era como debían de ser las cosas. 

Procuró calmarse y apagar la voz que decía que estaba continuamente al borde de volverse el fantasma de aquellas personas que tanto repudiaba sumergiéndose de nueva cuenta en aquel papeleo interminable que tenía por delante. Pensar en qué responder a cada una de aquellas cartas mantendría su mente ocupada por ahora.



...



Cansancio. Estaba realmente cansado. 

Había dormido realmente mal en estos días. El estrés de los constante viajes a los distintos puntos de la ciudad, los acuerdos previos antes de cerrar el trato lo tenían con la mente alerta de forma permanente, y los sentidos realmente desgastados. En momentos así, sentía como cualquier ruido especialmente molesto podría llevarlo al borde. Las pastillas para dormir había hecho poco, pero poco era mejor que nada. De no ser por estas habría terminado por descompensarse en algún momento. No era tan imprudente para permitir que sucediese algo así, no estando ya tan cerca de completar las pautas del acuerdo.

Solo un reunión más, y lo demás era solo firmar papeles. Si se hacía con el debido cuidado, no tendría que preocuparse demasiado por cambios de último momento. Afortunadamente, estaban en una posición ligeramente ventajosa en esta ocasión y que ellos se arriesgasen a retractarse en sus palabras les traía más pérdidas a su círculo.

Ya habían pasado algunos días desde su cumpleaños, día que para su pesar fue poco más que reuniones y una noche de insomnio. Había recibido un par de presentes por parte de sus familiares, algunas cartas y poco más. No esperaba demasiado en realidad, no es que muchos supiesen la fecha en que había nacido, y mucho menos en este lugar. A pesar de lo que algunos podrían pensar, no era particularmente fanático de pasar aquel día con pendientes a tope. Pero por más que intentó buscar una forma de reprogramar su agenda para pasar los días circundantes en Orth, los tiempos simplemente no calzaban. Y el trato era demasiado importante como para aplazarlo y perder la pequeña ventaja en términos que tenían ahora. 

Varios días antes, había escrito una carta explicando la situación a sus hermanos, recalcando de todas formas que apenas estuviese concluido el tema, abordaría hacia Orth y permanecería como menos una semana completa con ellos. Por las fechas, aún no había recibido una respuesta, pero esperaba llegase en estos días. Tan frustrado como estaba, casi podía escuchar las voces de reproche de Seiji y Kei, así como el tímido disgusto de Ryoko. Después de todo, hace semanas atrás les había escrito con tal de advertirles la posibilidad de estar presente este año. No era la primera vez que comunicaba su posible ausencia o tardanza, pero quizá sí la primera en que la fecha postergada estuviera tan lejos del plan original.

Negó para si mismo, pensando que ya había divagado lo suficiente en ello por hoy. Inhaló y exhaló aire, intentando descansar un poco y relajar su mente antes de la próxima reunión, aun quedaban un par de horas. Estaba en ello cuando escuchó alguien llamar a su puerta. Con cansancio, dio el permiso de pasar, levantándose de la silla en la que se hallaba sentado. Al parecer eran nuevas cartas. Se preguntaba si entre ellas estaban los mensajes de sus hermanos. 

Levemente animado por el pensamiento, las tomó entre sus manos, distinguiendo entre ellas una con el sello familiar. La separó sin mirar aún el remitente, y tras verificar que el resto no era ninguna particularmente urgente y despedir a su ayudante, tomó la carta en cuestión, algo extrañado por el hecho de ser solo una. Quizá aún no era el mensaje que esperaba. No queriendo detenerse a pensar teniendo una posible respuesta entre sus manos, la giró. Arqueó una ceja al ver el nombre. Extrañado, se dispuso a ver su contenido.

Sería más de una desagradable sorpresa la que se llevaría.