No sabés qué pasó exactamente. Lo último que recordás es de estar siendo succionadx por un océano de arena. Quizá atravesaste un portal, pero lo más probable es que hayas llegado al planeta de Mitrah, hecho completamente de agua, y hayas tomado una corriente que te trajo hasta acá. El Desierto Blanco es infinito, pero del lado opuesto tiene un océano también infinito.

Abrís los ojos, y mirás a tu alrededor. Estás empapadx, en un lugar húmedo, respirás vapor de agua tibio y denso, con olor a hongos y verdín. Escuchás goteras por acá y por allá, ruido como de lluvia o, quizá, muchas duchas abiertas a la vez. Esperás unos momentos a que tus ojos se acostumbren a la penumbra. El suelo es de baldosas color ladrillo, muy viejas.

Te ponés de pie, y empezás a caminar. Te das cuenta de que estás en alguna especie de baño con duchas y una cantidad desproporcionada de cubículos con inodoros, casi todos rotos... pero al menos están limpios. Uno de los cubículos es un pasillo, así que te metés adentro.

El espacio al que llegás es exactamente igual al anterior, y también encontrás un cubículo que, en lugar de un inodoro, tiene un pasillo. Te metés adentro.

El espacio al que llegás es exactamente igual al anterior, y también encontrás un cubículo que, en lugar de un inodoro, tiene un pasillo. Te metés adentro.

Perdés la cuenta de cuántas veces te pasa exactamente lo mismo.

Cuando estabas por llegar a tu límite de paciencia, de pronto el espacio al que llegás esta vez es ligeramente distinto a los incontables anteriores: es un poquito más oscuro, y el agua te llega hasta los tobillos. Entre cada paso que das, notás un ruido extra: pasos chapoteando, que no son los tuyos. El miedo empieza a aflorar en tu interior casi tan grande como tu curiosidad, cuando te das cuenta de que lo que chapotea viene hacia vos y, a juzgar por el ruido, es extremadamente pesado.

Cuando la criatura está lo suficientemente cerca como para que puedas ver lo que es, ya es demasiado tarde para salir corriendo. Es un minotauro inmenso y de color azul. En su hombro derecho está el Príncipe, que te mira, altanero y arrogante, con sus ojos de búho.

¡Felicidades! Encontraste al Príncipe. Ganaste el juego de las Escondidas.

El Minotauro te levanta dos metros del suelo, agarrándote de la cabeza. Resopla encima tuyo y, rápido como un suspiro y fácil como si fueras una hoja de papel, te parte al medio. Te trató como a una empanada de carne cruda :/ Estoy casi segura del todo de que te moriste, esta vez para siempre. Que en paz descanses :)