Ciudad de Orth


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2 years, 9 months ago
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11 de octubre ~ 23 de octubre

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﹂ Un mal día


Un mal día

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Dylan Chester

No acostumbraba a salir de la ciudadela generalmente, pero ese día había estado insoportable su vida. No era de esperarse que pronto partiría él junto con sus compañeros a las profundidades del abismo, posiblemente sin ver más a las personas que conocía en aquella ciudad, sin embargo, el hecho de que sus familiares quisieran verlo por última vez le ardía bastante.

Porque dentro de su mente pensaba, ¿Y por qué no fueron antes a la casa de su tío a visitarlo y a corroborar que seguía bien luego de ese día? ¿Por qué lo abandonaron durante años en esas condiciones? ¿Bajo ese régimen autoritario? ¿Con esos adultos de mierda? Un montón de preguntas le carcomieron la cabeza en cosa de mili segundos, y antes de que sus abuelos le dirigieran una palabra más mientras ellos se hospedaban en el distrito central de la ciudad y se reunían con el menor, el mismo había tomado la decisión apresurada de alejarse corriendo de ellos, y de todos.

Los molinos de viento llegaron a sus ojos en cosa de segundos, a pesar de que los mismos estuvieran a una distancia mayor de la ciudad.

Debía respirar y calmarse. Aquella era una buena instancia, parecía no haber nadie a los alrededores y eso le agradaba. El viento hacía mover las aspas de los molinos a una velocidad leve y constante, movimiento que le hipnotizaba tenuemente a medida que iba acercándose a la gran estructura. El lugar se le hacía bastante nostálgico, no era la primera vez que llegaba allí en una similar situación.

Fue así que se acercó a las paredes del molino y fue rodeándolo mientras pateaba algunas piedras del suelo, hasta llegar a la puerta de madera. Se quedó observándola unos segundos, absorto.

—Agh, ¿Por qué hay adultos tan estúpidos? Mierda. Mierda. Mierda —Pateó un par de veces la puerta con leve fuerza mientras repetía en voz baja la última palabra —Una salida a comer no va a arreglar esta estúpida situación.

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Norman Forrestal

Esa mañana había estado bastante atareado, e incluso ahora seguía teniendo cosas por hacer. Tachó de su lista de objetivos la compra de especias. Desde el horizonte vislumbraba los molinos de viento. Aún le faltaba comprar harina para su madre así que se apresuró caminando a un paso ligero por las callejuelas y subiendo escaleras.

Le disgustaba un poco que los molinos se encontraran en una de las zonas más elevadas de Orth. A pesar de que estaba medianamente en forma debido a los descensos nunca se acostumbraba a subir escaleras. Tal vez era culpa del efecto placebo que podía generar a veces la maldición del abismo, a veces sentía que incluso en Orth ascender era una ardua tarea. O igual simplemente era su ansiedad.

Conforme caminaba vio la figura de un joven. Estaba cerca pero no era capaz de reconocer el rostro de la persona. Parecía enfadado, ¿por qué estaba pateando una de las puertas? Rezaría para que los molineros estuvieran cosechando el trigo. Se lo pensó dos veces antes de acercarse, incluso tres y se armó de valor para intentar descubrir qué le ocurría a aquel chico.

—Ummmm...—murmuró con un susurro—¿está usted bien? Si patea mucho la puerta se acabará rompiendo... hay mejores formas de descargar el enfado.

Debido a los nervios su voz salió una octava más aguda. Sus manos se habían vuelto algo sudorosas e intentó mantener la compostura. Cuando alcanzó a ver el rostro del chico reconoció enseguida quien era. El adolescente que había empezado una pelea con Atreia. «Tierra trágame» era lo único que podía pensar ahora mismo. Incluso sintió como se le entumecían las rodillas. Obviando el hecho de que se había caído delante de todos durante la despedida de la taberna, no estaba seguro de si el chico sabía quién era, pues si lo relacionaba con Atreia tenía miedo de su reacción.

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Dylan Chester

Si bien sus patadas no eran con la suficiente fuerza como para derribar la puerta, el chillido de la madera siendo golpeada mientras se estremecía por los choques era bastante ruidosa, era de esperarse que atraería la atención de alguien al hacer esto, o peor aún, se ganaría una reprimenda de las personas que trabajaban en los alrededores.

Aún así y ante tanto caos en sus pensamientos, no sintió la presencia de una persona temerosa llegar y hablarle, por lo que hizo caso omiso a sus primeras palabras y continuó golpeando.

Había pensado que se trataba de algún trabajador del sector, pero el haberle hablado de manera baja y con un tono de voz nervioso y agudo, se cuestionó si realmente el sujeto pertenecía a la horda de hombres que cosechaban trigo y se quejaban a viva voz de su arduo trabajo. No parecía ser el caso, así que paulatinamente fue disminuyendo la fuerza de sus patadas para oírle mejor.

Al escuchar lo último que dijo, soltó un largo suspiro.

—¿Mejores formas de descargar el enfado? —Volvió a repetir en un tono hastiado y abrumado —¿Qué otras formas existen que no involucren patear objetos inertes o sujetos de mayor edad?

Habría crujido los nudillos de sus manos como forma para desahogar las ganas de golpear con sus puños la madera, pero no quería verse como un delincuente ante el sujeto, así que se abstuvo totalmente de hacerlo y sólo las apoyó en su cabeza, tironeando un poco sus cabellos.

Se dignó a mirar a la cara al chico mientras fruncía el ceño con un humor de perros. Lo examinó de pies a cabeza rápidamente, percibiendo la sensación de que lo había visto en algún lado antes...

Pero ups no recordaba al tener los pensamientos alborotados. Volvió la vista a la madera y concentró su vista en las grietas de la misma.

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Norman Forrestal

Pegó un salto cuando el chico comenzó a hablar. A esas alturas, y con lo mucho que tardó en reaccionar, pensó que o lo estaba ignorando o ni lo había escuchado. Y no sabía cuál de las dos opciones hubiera sido menos humillante. Miró a su alrededor buscando la presencia de alguno de los granjeros, pero no había nadie, ¿qué haría si el chico no se detenía?

Al escuchar la respuesta completa se quedó blanco como el papel y quieto como una roca.

—E-eh... Pues no lo sé—titubeó. «¿Personas mayores...?»—Aunque bueno, se me ocurre intentar olvidar el enfado pasando tiempo con animales, leyendo, cosas así... pero no destrozando mobiliario ajeno, no debería hacer esas cosas o acabará en problemas.

Una vez lo dijo sintió quitarse un peso de encima. ¿Había sonado lo suficientemente adulto? Esperaba que fuera así y el pelinegro no reaccionara de forma agresiva, más de lo que ya parecía.

—Oh cierto, qué desconsiderado. Yo soy Norman Forrestal. —se presentó—¿Y usted?

Alargó la mano a la espera de que el chico la tomara en un apretón de manos. Mientras los milisegundos avanzaban Norman calculaba todas las posibles formas de cómo disimular ese gesto en caso de que el desconocido decidiera no saludarlo. ¿Salía corriendo? ¿Hacía como que espantaba una mosca? ¿O mejor la subía hasta la nuca para simular que le había picado la piel? Existían tantas opciones y la espera se le hacía eterna.

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Dylan Chester

Notó que el chico era bastante asustadizo y eso le hartaba en cierta medida, porque se sentía una persona más explosiva e intolerante, y eso le ponía más de malas. Pese a estar mirando la puerta de madera y centrándose en las grietas para pensar en otra cosa, estuvo de reojo atento a los movimientos del contrario.

¿Habría sido mejor idea haber pasado a la plaza para contentarse con los animales? Ahora que lo pensaba, se arrepentía un poco, anotaría eso para ir luego. Sin embargo...

—No estoy destrozando propiedad privada, ¿Por quién me tomas? ¿Por un criminal acaso? —Dejó de patear la madera y se dio vuelta para encararlo.

Viendo la cara un poco asustadiza del chico y un semblante bastante familiar, pocos segundos le tomó darse cuenta que él estuvo en lo de la taberna del otro día. Pese a que lo recordaba vagamente por no haber tenido una presencia mayor que la de Atreia, pudo hacer memoria. Enseguida hizo el esmero de relajar el semblante y retractarse de su contestación.

Ante su presentación, pudo corroborar sus dudas, su respuesta fue un silencio levemente incómodo.

Viendo que Norman extendía su mano con toda la serenidad del mundo, empezó a caerle el peso de haber tratado groseramente a alguien que no tenía nada que ver con sus problemas.

Soltó un suspiro silencioso, y tras unos breves segundos en donde se podía ver una espera eterna, extendió su mano y la estrechó con el joven.

—Dylan Chester —Contestó con un tono notablemente calmado, no se atrevía a mirar a los ojos al joven Norman —Tiene razón, no debo hacer estas cosas o acabaré en un problema. Disculpe mi actitud.

Esperaba que ese cambio de actitud no le trajera problemas, de todas formas, debía ser respetuoso con el contrario. No quería acabar enemistándose con ambas cabecillas de la misión.

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Norman Forrestal

Cuando el joven se dio la vuelta Norman pensó que el corazón se le iba a escapar por la boca. Y eso que era tan solo un adolescente, seguramente rondaba entre los catorce y los diecisiete años. «Tranquilo Norman, no te alteres, no hace falta ponerse nervioso, simplemente está en esa etapa...» se quiso decir en repetidas ocasiones.

—Um, no, ¡no!, para nada—insistió—pero si decide patear esa puerta de forma continua y la acaba rompiendo sí que podría llegar a convertirse en un delito... Sería vandalismo.

Tras contestarle se dio cuenta de que el menor lo más probable sería que no le hiciera ni caso. ¿Desde cuando los adolescentes hacen caso a lo que dice un adulto aburrido? Pensó en resignarse un par de veces. Sin embargo, para su sorpresa, el chico acabó adoptando un timbre más calmado e incluso se presentó y le apretó la mano.

Norman parpadeó un par de veces, sin creer lo que sus ojos estaban viendo.

—No se preocupe —respondió con una sonrisa—tal vez sea entrometerme demasiado pero... ¿se encuentra usted bien señor Chester?

Ahora que Dylan se había dado la vuelta aprovechó para fijarse bien en sus rasgos. Con una expresión ahora más relajada parecía un chico normal de Orth; no el desafiador que había visto el día de la reunión. ¿Igual había tenido un mal día? Aunque su reencuentro ahora cada vez le daba más indicios de que el joven no tenía muchos días buenos.

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Dylan Chester

Alzó una ceja con gracia ante su respuesta inmediata, como si por los nervios el contrario estuviera intentando evitar una rabieta por parte suya. Optó por mejor no decir nada más al respecto, de todas formas, lo que menos debía imponer era la típica primera imagen de adolescente puberto y en la edad del imbécil, pese a que ya había dado esa impresión el día de la taberna.

Por lo menos Norman parecía ser un chico que intentaba llevarse bien con todo el mundo, por lo que haber recibido esa respuesta ante sus disculpas simplonas realmente le hicieron soltar un peso de encima, porque ni siquiera tuvo que esforzarse para quedar bien con el mayor.

La sonrisa que le dio la encontró fuera de lugar y molesta, pero no estaba en posición de quejarse, de todas formas había sido él quien había cambiado de parecer por mera conveniencia.

Se alejó de la puerta mientras sus ojos daban un paseo breve por los alrededores, asegurándose que ninguno de los granjeros hubiera escuchado el tremendo bullicio de antes.

Ante su pregunta, estuvo a punto de ser totalmente sarcástico y decirle algo como: Sí, ¡Estoy tan bien que me puse a patear la puerta de un puto molino para descargar mi euforia esperando que los demás granjeros me escucharan y se unieran a mí! ¿No es algo que todo adolescente hace a sus malditos quince años?

Pese a haberlo pensado, dio un suspiro hondo evitando tentarse a ser grosero por gusto.

—Estoy bien, sí —Respondió con un semblante neutral, atreviéndose a mirarlo esta vez para poder vislumbrar mejor sus muecas —Son sólo percances que ocurren.

Ni siquiera él se creía esas palabras, pero lo que menos quería era que preguntaran por cosas que a nadie le importaban. Enseguida agregó:

—¿Suele frecuentar este lugar, señor Forrestal? —Al decir lo de señor, se sintió particularmente extraño, ni que fuera un viejo de sesenta años.

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Norman Forrestal

Le alivió ver que el semblante enfadado de Dylan comenzaba a difuminarse de su rostro, no quiso indagar el porqué de su repentino cambio de humor, pero de todas formas se sintió agradecido.

—Entiendo. Pensé que tal vez pudo haber ocurrido algo grave, perdone mi intromisión—contestó tratando de zanjar el tema.

Tenia la sensación de caminar sobre la cuerda floja. Se negaba a pensar mal del joven por lo ocurrido en la taberna. Conocía el carácter de Atreia y era plenamente consciente que la culpa era de ambos, de ella por no saber tratar con niños y adolescentes; y de Dylan por reaccionar de tal forma. Su sentido de la moral le decía que no debía juzgar un libro por su portada.

—¡Oh...! No, la verdad es que no, pero necesitaba hacer un recado por aquí. Sin embargo... viendo que los granjeros no parecen estar por aquí parece que lo tendré que dejar para otro día—explicó—¿y usted?

Se acordó que aquel chico no pintaba nada allí, ¿qué hacía merodeando los molinos de viento? No había nada interesante más allá del trigo y la harina que trabajan arduamente los aceñeros.

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Dylan Chester

Con ambas manos negó para finalmente zanjar ese tema. Era estúpido que un desconocido total se preocupara por sus mierdas del pasado, así que optó por no dejarle esa responsabilidad a nadie más que a sí mismo.

Agradeció que el mayor no siquiera con el mismo tema, aunque seguía sintiendo un extraño malestar en la boca por haberle hecho pasar un momento así, prefería ignorar eso a que seguir redundando en lo mismo. Soltó un suspiro hondo.

Ante la pregunta repentina, su mente comenzó a divagar y teletransportarse en las nubes, sin saber qué otra excusa cínica decir para que el joven dejara de acorralarle de esa forma.

— ...Eh... —Miró a sus lados, buscando con la mirada alguna cosa para salvar su pellejo, muy en la lejanía, veía a los últimos granjeros haciendo su labor —Recados también, hm... necesitaba hacerle un favor al... amigo de... del primo del hermano de mi abuelo... materno.

...Abuelo que se encontraba muerto, exactamente a muchas millas de distancia, pero detalles.

—Bueno, en fin —Cambiando drásticamente de tema, empezó a alejarse del molino que estaba pateando —Supongo que ya me retiraré de aquí, a la ciudadela.

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Norman Forrestal

Se quedó un poco confundido al escuchar la respuesta de Dylan, ¿el primo del hermano de su abuelo materno? ¿Pero cuánta familia tenía el chico en Orth? Curioso cuanto menos, pensó.

—Oh, entiendo. Espero que haya podido acabar con todo lo que necesitaba hacer, ¿no le habré interrumpido, verdad?—preguntó.

Cuando Dylan comenzó a andar recordó que había ido a los molinos con un propósito. Sin embargo, los molineros no se encontraban por la zona así que había perdido el tiempo en vano. No iba a coger la harina sin más, así que esperaría a volver mañana de nuevo.

Se apresuró para alcanzar al joven, teniendo en cuenta que aún era un adolescente, iba con las intenciones de al menos acompañarlo hasta la ciudadela y aprovechar para conocerlo un poco mejor. Ya que Norman lo había visto por primera vez en la reunión sí que tenía temas para hablar con el chico.

—Déjeme acompañarlo, yo también necesito regresar a la ciudadela 💦—comentó de forma casual, con la esperanza de que Dylan no se negara—¿qué le pareció la reunión? Tengo el recuerdo de haberle visto allí.

Y entonces recordó que tal vez había metido la pata. Norman fue testigo de la pelea entre el chico y la silbato blanco. Comenzó a arrepentirse de haber sacado ese tema, ¿se lo tomaría mal o simplemente evadiría el momento de la pelea? No es como si lo hubiera sacado ese tema de conversación adrede, tenía genuina curiosidad por las impresiones de los Delvers en la reunión. Y en especial sus opiniones sobre el descenso.

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Dylan Chester

Negó con rapidez a su pregunta, tan sólo quería dejar de lado el tema y ya. Le sorprendía que Norman no hubiera sentido extrañeza por sus vocablos, ¿El primo del hermano de su abuelo materno? Era... Su tío...

Bah, ni siquiera sabía por qué estaba analizando lo que había dicho si no tenía ninguna coherencia y, además, era falso. Ni siquiera tenía consciencia de que su abuelo tuviera hermanos, o primos... En fin.

Al notar que el hombre le alcanzaba en sus pasos, había dado un suspiro hondo de resignación, porque esperaba caminar solo de vuelta a la ciudad, sin embargo, parecía que estaría acompañado del guía joven.

— Ok.

No tuvo la fuerza de voluntad de protestar, si quería acompañarlo, no se negaría, aunque pensando en lo que había dicho antes, quizás estuvo de más que dijera que se iba a la ciudadela... hubiera ahorrado eso.

Fue así que Norman sacó a flote el tema de la reunión, y momentáneamente quedó en silencio antes de contestarle. Posiblemente el chico lo habría visto ahí, sin embargo, le sorprendía también que hubiera sacado el tema sabiendo lo que pasó, no entendía a qué quería llegar exactamente.

Suponía que el hombre quería saber su opinión respecto a las palabras de la guía mayor, así que intentó pensar en algo, evadiendo por completo el suceso explosivo.

—Bien —Se llevó la mano al mentón, pensativo, intentando buscar las palabras adecuadas para no cagarse encima de sus padres muertos —Fuee... una reunión... ¿Eficiente? ¿Eficaz? ¿...Exitosa?

Mentiría si dijera que había escuchado algo importante, porque no recordaba mucho.

—Agradable ambiente... sí... Qué fenomenal será el descenso.

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Norman Forrestal

La respuesta de Dylan le dejó en principio algo confundido. No sabía que los adolescentes eran tan... serios. O al menos esa era la impresión que le causaba. Por su forma de aceptar dedujo que el chico no se lo había tomado del todo bien, aunque ya que no se negó no podía retractarse de sus palabras.

Norman sentía que caminaba sobre hielo alrededor de Dylan. ¿Diría algo que no debería? ¿Y si el chico se enfadaba y usaba la violencia? ¿Qué haría en ese caso? En su cabeza se arremolinaban mil y un escenarios sobre qué hacer si el joven Delver optaba por escoger la violencia y no la diplomacia.

Dejó salir un silencioso "Oh" al escuchar la respuesta de su acompañante respecto a la reunión de iniciación. Sí, definitivamente había metido la pata hasta el fondo al sacar el tema, necesitaba urgentemente una forma de evitar la susodicha conversación, ¿pero cómo podría hacerlo? No sabía absolutamente nada de Dylan ni de sus intereses, ¿qué les gustaba a los jóvenes de hoy en día?

—Entiendo... Me alegra saber que le pareció interesante—comentó casualmente—estoy contento de haber podido al menos ver las caras de mis futuros compañeros antes del descenso.

¿Estaba siendo sarcástico? Estaba siendo sarcástico. Jugueteó con sus manos tratando de esconder su ansiedad y nerviosismo. No se le daba bien tratar con personas como Dylan, tenía la sensación de que cualquier palabra que dijera podría volverse en su contra y explotar cual mina.

—Bueno, fenomenal tal vez no... ya que sigue siendo el abismo a lo que nos enfrentamos 💦 posiblemente comencemos con el pie izquierdo, pero tengo fe de que nos unirá a todos como Delvers—alentó.

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Dylan Chester

¿Por qué se sentía como un criminal recién salido de la cárcel ante un policía recién egresado y con claras actitudes nerviosas? Qué incómodo se estaba sintiendo.

Sólo se dedicó a asentir a sus palabras, sin decir mucho, la verdad no le apetecía hablar de nada de ese tema de momento. Según él, habían un millón de temas más interesantes que ese, sin embargo, no conocía a Norman y dudaba en que pudiera tener una conversación cómoda con él, ¿Qué podría hacer en ese caso?

Se quedó pensativo haciendo como si lo estuviera escuchando, moviendo la cabeza de arriba a abajo como si le prestara atención, por mientras, su mirada se paseaba por los alrededores. El camino que estaban siguiendo estaba rodeado de campos de cultivos, un par de espantapájaros y los últimos agricultores del día.

—... —Se ahogó decirle groseramente un ¿No entiendes el sarcasmo o eres estúpido?, pero viendo que le había tratado mal en un principio, se abstuvo de seguir dando una mala imagen — ...

Porque claro que iban a pasar por muchas cosas en el abismo, pero de momento no quería pensar en eso, ya estaba aceptando la idea de que no iba a llegar vivo hasta la última parte, así que no había mucho más que hacer que disfrutar esos últimos momentos.

—Bueno, en fin —Se encogió de hombros y llevó sus manos a su espalda.

Sacando todo lo demás de lado, se sentía intrigado de la vida de los guías y de qué cosas habrían visto a lo largo de su trayectoria como delvers, quizás ese momento sea una oportunidad eficaz, sumado a esto, cambiaría el rumbo de conversación de manera rápida. Qué listo que sos.

—Hm... ¿Desde hace cuánto es silbato? —Preguntó con leve curiosidad.

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Norman Forrestal

El silencio sepulcral de Dylan solo hacía empeorar su nerviosismo. Estaba claro que estaba incómodo, muy, muy incómodo con su presencial cerca. No hacía falta más que escuchar sus vagas respuestas.

"Ah, tierra trágame" pensó. Quería salir huyendo y no mirar atrás, pero ya había dado el paso y ahora no podía retractarse... si lo hubiera sabido antes haría el paripé y se daría una vuelta por los molinos de viento antes de irse a casa.

Sin embargo, le sorprendió que el mismo chico le hiciera una pregunta. Tanto que se quedó un par de segundos procesando la pregunta. Durante todo el rato que llevaban "conversando", si es que se podía llamar de esa forma, era Norman quien hacía las preguntas y Dylan contestaba o devolvía la misma pregunta. No supo si debería estar agradecido o confundido.

— ... Oh, ah, pues creo que sería sobre su misma edad, era adolescente y quise rebelarme un poco contra mi familia—contestó rascándose la mejilla—tendría unos catorce o quince años por la época... aunque mi mayor inspiración fueron los silbatos blancos, entre ellos la señorita Atreia. Me fascinaba verlos regresar por el gran muelle.

Se sintió como un niño pequeño rememorando el pasado. Parecía que había sido ayer cuando bajó por primera vez a las orillas del borde del abismo. Sentía algo de curiosidad sobre el motivo del jovenzuelo, pero no tenía las agallas de preguntarle de vuelta.

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Dylan Chester

Asintió mirando al piso. Estaba procesando un poco las palabras que le había dicho Norman, y no evitó pensar que la aspiración del más bajo era como salida de un cuento de autosuperación.

Le había parecido un detalle algo adorable que le comentara la edad en la que empezó con eso, haciendo que se sintiera un poco menos incómodo que antes. Si bien tenía consciencia de que algunos delvers comenzaban a temprana edad, tener a alguien cerca suyo con ese historial le hacía sentir menos solo.

Le pareció curioso también que el instinto de rebeldía y la edad hicieran un paralelismo a los motivos de él, aunque claramente no tuvo de inspiración a los silbatos blancos, la verdad le sudaban mucho. Sólo se dedicó a asentir de vez en cuando a sus palabras, esta vez si prestando atención a ello, de todas formas, le distraían bastante mientras caminaban.

—Ya veo —Contestó brevemente. A diferencia de hace un momento, esa vez su semblante había cambiado a uno de paz.

Colocó sus manos en sus bolsillos, empezaba a refrescar un poco por la hora. No sabía cuánto les faltaba para la ciudadela, pero no estaba muy consciente de ello. Seguía pensando.

—¿Ha bajado varias veces al abismo o...? —Alargó la última palabra para buscar una respuesta inmediata en Norman.

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Norman Forrestal

Ver el cambio en la expresión de Dylan le calmaba un poco. ¿Había conseguido dormir a la bestia? Esperaba que fuera así, no quería que comenzaran con mal pie como ocurrió con Atreia. Aunque aún le costaba un poco atraer la atención del chico hacia la conversación cuando éste le hizo aquella pregunta sus ojos se iluminaron como los de un niño pequeño viendo una piruleta.

Se aclaró la garganta y mostró una sonrisa.

—Mmm—asintió—por supuesto, he bajado muchas veces, tanto con grupos de descenso como con la señorita Atreia—contestó con cierto orgullo.

Conociendo la edad de Dylan se preguntaba si el chico también había descendido alguna vez. Intuyó que como mucho un par de veces a los principios de la segunda capa.

—A pesar de ser un lugar vil y hostil cada descenso te enseña algo nuevo. Ya sea una experiencia única, un hallazgo o una reliquia, pero nunca te vas con las manos vacías—añadió después.

Consideró si preguntarle al chico también sobre su experiencia. Titubeó un poco pero al final decidió indagar en el tema.

—¿Y usted? ¿Ha experimentado ya el abismo en algún momento?—preguntó con un tono genuino.

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Dylan Chester

Bueno, era un dato que no le llamaba tanto la atención ahora que lo pensaba. De todas formas, ya no sentía el mismo interés que antes.

Aunque al escuchar que el mismo adulto bajaba con la otra guía canosa, pudo captar inmediatamente que ambas personas eran más cercanas de lo que pensaba, pero esto no era nada más que su ignorancia al tema de los compañeros de expedición.

Asintió guardando esa pequeña información en su mente. Observándolo de reojo, notaba que Norman hablaba de todas estas cosas con una sonrisa plasmada en el rostro y un brillo en los ojos que portaba.

—Ya.

No supo qué más responder, pero en algún punto de su cuerpo, la sensación de emoción latente se encendió por un par de mili-segundos. No había esperado para nada que las palabras del chico lo hubieran animado en ese momento, pese a que no lo demostrara ahora mismo en su semblante.

Sentía que llegaría un poco mejor de humor cuando volviera a la casona. Agradeció mentalmente el detalle.

—No me habría unido al grupo de descenso si no —Contestó de una manera muy obvia, encogiéndose de hombros —Sí, un par de veces.

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Norman Forrestal

Conforme iba caminando, siguió pensando que Dylan era un chico muy enigmático. Era sorprendentemente callado para su edad, él recordaba a los adolescentes algo más vivarachos.

Le preocupó un poco, aunque quiso convencerse a sí mismo de que era únicamente su personalidad... al fin y al cabo, él mismo cuando era más joven tampoco era alguien muy conversador. Se guardaría la duda para el futuro, si por algún casual llegaban a ser más cercanos.

Al escuchar la respuesta de Dylan se sintió un poco estúpido. Claro Norman, ¿cómo no iba a haber bajado al abismo? Menudo bobo. Hasta un adolescente era más avispado que él.

—Oh... claro. Tiene sentido, jeje...—comentó avergonzado.

El tiempo había pasado volando y ya se encontraban en la ciudadela mientras caminaban conversando de forma casual. Entonces, se despidió del chico para volver a sus recados:

—Ha sido un placer. Espero que podamos vernos pronto en el abismo.

Y desapareció entre las calles de Orth.