Segunda Capa


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Mesteres
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5 de noviembre ~ 18 de noviembre

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﹂ Hundimiento


Hundimiento

6 de Noviembre – Orillas de rohana

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Hugh Carpenter

Una vez Hugh trató la herida de Atreia se quedó algo más tranquilo. No olvidaba las otras lesiones de la mujer, pero no quería ser insistente sabiendo que ella había tenido unos días muy pesados. La dejaría descansar.

Así pues, se alejó de la zona y buscó por el lago a la otra persona que le llevaba preocupando desde la mañana: Norman. Fue bastante fácil encontrarle. Al fin y al cabo, todos estaban en el mismo lugar. El hombre se acercó de forma que él le pudiese ver:

— Hola, Norman. ¿Cómo está?

... Qué extraño era usar el "usted" con alguien del grupo a esas alturas. Pero el muchacho era tan educado que Hugh sentía que tutearle sería faltarle el respeto. En fin.

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Norman Forrestal

Tras haber llegado a salvo al lago trémulo lo primero que trató de hacer fue tranquilizarse. Seguía nervioso por lo anteriormente ocurrido pero ahora estaba incluso más preocupado por otros Delvers como Ravi. Sin embargo, su cabeza seguía embotada por la batalla del campamento de observación con aquellos dos desconocidos.

Cuando por fin pudo sentarse a descansar soltó un largo y profundo suspiro. Quería buscar a Atreia pero no tenía las fuerzas físicas ni mentales para hacerlo. Se resignó y escondió su rostro entre sus rodillas.

¿Cómo se disculparía con aquel chico con gafas?

Peor aún, ¿y si de repente se unían al grupo de descenso...? Ya tenía suficiente con dar una mala impresión a todo el mundo, para colmo ahora le había dicho a un nuevo integrante que se muriese.

Salió del círculo vicioso al que comenzaba a adentrarse tras escuchar una voz masculina familiar. Era Hugh. Lo observó parpadeando un par de veces.

—¿Oh...? —murmuró—Ah, es usted, señor Carpenter 💦

Titubeó unos segundos.

—Me encuentro bien, el ataque de los Inbyo no ha tenido efecto sobre mí, ¿y usted?

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Hugh Carpenter

Su preocupación por el chico crecía por momentos. En menos de dos horas ya le había visto con lágrimas en los ojos y enterrando la cara en sus rodillas. Saber que no había sido afectado por los Inbyos Oscuros no le quitó ningún peso de encima, aunque, mirando el lado bueno, tampoco le añadía nada:

— Estoy bien, gracias.

Se sentó junto a Norman, dando a entender que se quedaría a charlar un rato. El hombre no tenía las energías para navegar una conversación con cuidado, así que optó por ir al grano:

— ¿Qué ocurrió en el campamento de observación? Le veo compungido desde entonces.

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Norman Forrestal

Le alegraba mucho saber que Hugh se encontraba bien. A decir verdad estaba algo preocupado ya que, durante el rescate de Osamu, vio cómo el hombre también fue afectado por el ataque de los Inbyo, sin embargo, toda su atención se volcó en el ataque de pánico de Ravi.

—Oh, me alegra saberlo —añadió algo apurado

No obstante, su calma duró más bien poco. La pregunta de Hugh había sido como una bala que no consiguió esquivar a tiempo.

Es verdad... el hombre estaba presente cuando fue a reportarle la situación del campamento a la silbato blanco. Sus pulsaciones aumentaron de forma considerable. Apretó ligeramente sus piernas, que se encontraban abrazadas por sí mismo, con las yemas de los dedos. Tenía que mantener la calma.

—...nada—trató de vocalizar con algo de pesar—solo fue un... malentendido.

Pensó en cómo tratar de evadir el tema de la forma más natural posible, pero le costaba buscar una vía de escape. Era consciente de que Hugh era muy observador, lo notó al ver la gran habilidad que tenía para cuidar de los demás y su facilidad para hacerse amigo de Atreia.

—Simplemente me puse algo nervioso, supongo 💦—rió rascándose suavemente la mejilla.

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Hugh Carpenter

... ¿Uno de los requisitos para ser un silbato de alto rango era tener la capacidad de mentir de un infante? Ya no era sólo el hecho de que había visto con sus propios ojos cómo Norman se había derrumbado anteriormente, sino que la posición defensiva en la que estaba le decía que no estaba bien. Hugh curvó las cejas:

— Lo suficientemente grande como para arruinar su día. — Dijo, dejando colar el bulo del malentendido por el momento. — Me preocupa.

Si el muchacho no quería contar qué había ocurrido respetaría esa decisión. Pero no quería que embotellase nada ni que se quedase a solas con sus propios pensamientos. Sabía de su tendencia negativista. Era demasiado peligrosa:

— Norman, ¿por qué tiende a echarse tierra encima? — Bala disparada. Pero faltaban más. Hugh iba cargado con una metralleta. — Atreia me ha contado cuánto ha mejorado como persona estos años, y yo mismo he visto su dedicación desde que le conozco. ¿Por qué usted no?

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Norman Forrestal

No supo muy bien cómo reaccionar a la respuesta de Hugh. Sí, tenía razón, había sido algo que sentimentalmente lo afectó demasiado. Sin embargo, el problema era suyo y de nadie más.

¿Por qué se preocupaba? Tampoco eran amigos cercanos... solo habían entablado una conversación "decente" una vez, en Orth. Y no salió precisamente bien.

—De verdad, no debería preocuparse--

Entonces llegaron los últimos dos ataques. Desvió la mirada ligeramente, evitando tener contacto visual con el mayor.

—No me echo tierra encima...—murmuró bajando la voz.

Enmudeció durante largos segundos, no tenía forma de responder a aquella pregunta. Se sentía sorprendido de que Atreia hablara de él, pero más aún le sorprendió que Hugh quisiera indagar tanto en el tema.

—No entiendo a qué se refiere, señor Carpenter 💦—terminó por contestar.

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Hugh Carpenter

— Quiero preocuparme.

¿Le había dicho a Atreia hacía semanas "Un aprendiz tenaz para una maestra terca"? Porque seguía pensando que era cierto. Comprendía porqué alguien rechazaría tan neciamente una ayuda, sobre todo ante alguien con quien no había confianzas, pero por eso mismo quería insistir un poco más. Sabía lo que conllevaba encerrarse en uno mismo:

— En el campamento de observación se disculpó por "no ser tan útil como Atreia".

Exhaló aire por la nariz. Observó el lago mientras pensaba cuáles deberían ser sus siguientes palabras, pero, al final, sólo le rondaba la mente algo que siempre había pensado desde que conoció a Norman:

— Me recuerda a mi cuando era joven. No quisiera que se tropezase con las mismas piedras con las que me choqué yo, por eso le aconsejo.

Miró al chico:

— Aún si no hablamos mucho, le considero parte de mi familia. No pase malos ratos en soledad. Si se encuentra mal, sepa que tiene muchos manos extendidas. — Dijo, señalando con la mirada al resto del grupo.

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Norman Forrestal

¿Por qué? ¿Por qué quería preocuparse? No lo entendía. A penas y habían intercambiado unas palabras en Orth. En el abismo incluso menos... podía comprender un poco el preocuparse genuinamente por alguien, sin embargo, ya le había dicho que estaba bien. Era esa insistencia la que no comprendía.

—Oh... je, je... 💦 —rió algo nervioso—pero es que eso es verdad, al fin y al cabo, mis dotes no son igual que buenas que las de la señorita Atreia.

A pesar de haberlo dicho de tal forma delante de la silbato blanco, fruto de su frustración personal, era algo que tenía muy interiorizado. Estábamos hablando de su ídolo, su ejemplo a seguir y su maestra, ¿cómo iba a plantearse siquiera estar a su altura o llegarle a la suela del zapato?

—¿Hum? —lo pilló desprevenido—¿a qué se refiere con que le recuerdo a usted de joven? ¡Ah! Quiero decir... ¿qué es lo que es tan similar?—preguntó.

Agradeció escuchar sus palabras, pero era algo que Norman no podía creer. No era cercano a nadie, excepto Atreia. No veía la verdad en la frase de "tiene muchas manos extendidas"; sí, lo habían ayudado a realizar la enucleación de su ojo perdido, pero aquello fue una emergencia médica, no un acto de amistad o familiar.

Sus pensamientos se enredaron tanto que terminó por no responder a sus palabras, simplemente desvió la mirada.

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Hugh Carpenter

Aquella frase le inspiró para decir muchas cosas, como "Cada persona es especial" y "Posee habilidades que nadie más tiene". Pero, al final, sólo tuvo las energías para resumirlo todo en una frase distinta:

— Compararse sólo le traerá desdicha.

Qué era lo que era tan similar... Honestamente, era más el aura que los rasgos de personalidad en sí. Supuso que lo mejor sería contar sus propias experiencias y que Norman decidiese en qué partes sentirse identificado y en cuáles no:

— Me odiaba. Nunca sentía que era lo suficientemente bueno para nadie, que no hacía más que cometer errores. Creía que mi único valor radicaba en cuán útil podía ser para los demás. Estaba obsesionado con nunca "molestar". Siempre tan cortés, siempre tan nervioso, siempre tan taciturno...

Si era completamente honesto, aún seguía pensando así. Las heridas de la infancia nunca cerraban. Esa era la dura realidad:

— Fue la peor época de mi vida.

Notaba a kilómetros que sus palabras no estaban llegando al muchacho. Era normal. Apenas habían hablado y él le estaba guiando a través de una conversación difícil. Pero no quería guardarse para sí la preocupación, por temor a que él creyese que estaba completamente solo contra el mundo. No era así. Le tenía a él. Los tenía a todos:

— Cuídese.

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Norman Forrestal

No podía refutarle a Hugh lo que decía ya que... era verdad. Se pasaba el día comparándose con los demás, con Atreia, con sus padres e incluso con desconocidos. Era consciente de que solo le traería desdicha, pero era la única forma que tenía de ver las cosas debido a su bajo perfil.

—Lo sé —terminó por contestar con una pequeña sonrisa.

¿Y qué podía hacer al respecto?

Nada. Incluso si no se comparaba con los demás tampoco cambiara la imagen que daba a los demás. Era un problema mucho más allá de eso, pero Norman siempre había optado por enterrar ese pensamiento cada vez que afloraba en su mente.

Al escuchar la experiencia de Hugh no supo cómo sentirse, ¿era esa la misma imagen que tenía el mayor sobre él? ¿Era tan lamentable?

—Vaya... —susurró—siento mucho que haya sido tan duro para usted... entiendo que ahora ya no es así, ¿verdad?

Asintió a la última palabra del hombre. Quiso decirle "Lo intentaré", aunque decidió guardárselo ya que, en ese momento, no estaba tan seguro de si sería capaz de cumplir aquellas palabras.

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Hugh Carpenter

Bueno. No podía seguir indagando más en la cuestión con respuestas tan escuetas, y tampoco podía hacer que Norman se diese cuenta de cuánto daño se hacía tanto a sí mismo como a los demás con comentarios negativos con una charla. Hasta ahí llegaba su insistencia:

— Me percaté que las personas no son objetos y, por ende, no tienen escala de valores. Todos somos únicos. Todos tenemos derecho a ser amados. Y todos somos humanos. — Se inclinó un poco hacia él. — Usted incluido.

O, más bien, conoció a una persona que cambió su forma de ver el mundo y a sí mismo para siempre. Pero se ahorraría comentarlo. Con lo demás, el asunto estaba zanjado. No de la manera que él quería, pero no podía hacer más. Con darle a entender al joven que se preocupaba por él le bastaba. Así pues, Hugh palmeó sus propios muslos y se incorporó:

— Bien. Ya no le molesto más.

Sólo una cosa:

— Por cierto, lo del malentendido no ha colado. Espero que sepa qué hacer. — Dicho eso, se dispondría a irse.

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Norman Forrestal

Nuevamente se quedó en blanco. No sabía cómo contestarle al hombre ya que era extremadamente raro que alguien le hablara de esos temas, no era habitual, era extraño. Alienado.

—Mhm... —farfulló tratando de asimilar la información.

Cuando Hugh se levantó pensó que había dicho algo malo. ¿Era su imaginación? ¿Lo había incomodado? Se dejó llevar por una ola de culpabilidad y arrepentimiento otra vez.

Partió los labios para decir algo, pero fue incapaz, las palabras no se amueblaban de forma correcta en su cerebro.

—Um--

Fue interrumpido por su última frase. Se le aceleró un poco el pulso.

—¿Eh...? —dejó salir primero—¿a qué se refiere con que no ha colado?—estaba confuso, ¿había presenciado lo ocurrido dentro del campamento de observación? No recordaba su presencia en la sala.

No sabía si el hombre iba a contestarle, pero al final decidió preguntar de todas maneras. Tampoco estaba seguro de si se arrepentiría de haberlo detenido, pero ya era demasiado tarde.

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Hugh Carpenter

Se paró en seco cuando el muchacho le llamó. Se giró para verle. Y, después, dejó escapar una sonrisa ladeada:

— Miente mal.

No iba a explicar más allá de eso, pues sería malgastar saliva señalando cuán obvia fue su comunicación no verbal como exponiendo las pruebas que indicaban que no había manera de que hubiese sido un malentendido. Así pues, inclinó la cabeza como segunda despedida y se dispuso a irse. Tenía cosas que hacer.