Segunda Capa


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Mesteres
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5 de noviembre ~ 18 de noviembre

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﹂ Talasofobia


Talasofobia

6 de Noviembre – Lago trémulo

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Hugh Carpenter

Había sido un día lleno de incidentes. No obstante, Hugh no estaba muy afectado. Era cierto que aún tenía ciertas preocupaciones en mente, como el pasado de Atreia, las lágrimas de Norman, los llantos de Ravi, las presencias de los nuevos, los misterios del abismo... Pero ya tendría tiempo de darles vueltas a cada una de esas cuestiones y buscarles soluciones. Ahora, tocaba descansar.

Bueno, no realmente. No descansaría a él.

Como todas las noches, habían turnos de guardia. Él ya había dormido la primera parte de la noche, pero le tocaba velar por la seguridad de los demás en la segunda tanda. Así pues, preparó todo. Puso pico en mano. Y, después, buscó a quien sabía que sería su compañero de guardia. Se acercó a su saco de dormir y le dio un toque en la mejilla con el dedo índice:

— Dylan. — Susurró. — Toca guardia.

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Dylan Chester

Luego de todo el quilombo que se había armado durante todo el día, las cosas finalmente parecieron llegar a un punto más calmo, por el momento.

Se había hecho muchas preguntas en ese momento, bastantes interrogantes de lo que habían encontrado como grupo en el campamento de observación de Ozen, y lo que vendría siendo poco a poco el secreto detrás de esas criaturas con protuberancias, y lo único que agradecía de su imaginativa y extensa mente era tener material para sus sueños en la noche.

No pudo evitar caer dormido en su cama improvisada y despertar varias horas después, ante el tacto cálido de un dedo en su mejilla.

—Hm —Se quejó en un tono adormilado, frunciendo el ceño, luego, cayendo en cuenta que era su turno de guardia, se sentó de golpe —Ah, sí, sí, voy... para allá...

Dejó pasar un momento breve para asimilar su existencia, aunque aún seguía con bastante sueño. Con movimientos rápidos se hizo la coleta que siempre llevaba y le hizo una señal al más mayor para señalarle algo que expresó con palabras posteriormente.

—Dame un momento, iré a... a.... a esa mierda con agua, ¿Cómo era...? ¿Lago...? Sí, al lago, a empaparme la puta cara —Le expresó y se alejó momentáneamente para aquello.

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Hugh Carpenter

Alzó una ceja divertido al ver cómo Dylan gruñía y se iba despertando poco a poco. En cierta manera, le recordaba a cuando tenía que despertar a su hija para ir al colegio. Ojalá fuese el mismo caso con el chico. Pero esos tiempos pacíficos quedaron atrás; ahora le estaba despertando para una guardia, para evitar que una bestia los matase a todos durante la noche. Esa era la realidad.

La frase "esa mierda con agua" le pareció divertidísima. Tuvo que ponerse la mano sobre la boca para que ninguna carcajada escapase de sus labios. Asintió varias veces:

— Mhmm, mhmm. Voy contigo.

Él no tenía que lavarse nada, pero le daba un poco de miedo que el joven cayese al lago por estar demasiado somnoliento. Así pues, le acompañó. Una mano la ciñó bien a su pico y la otra la dejó libre por si tenía que tirar de Dylan:

— Bebe un poco. Te despejará.

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Dylan Chester

Se encogió de hombros como respuesta y sólo se limitó a hacerle una señal para que lo acompañara hacia el lago que estaba cercano a donde estaban quedándose, de paso, aprovechó este movimiento para golpearse con suavidad la nuca y así despertar mejor.

Al llegar al lago, finalmente se agachó y recogió un poco de agua en las palmas de sus manos.

—¿Hm? ¿Y si me trago una rohana por accidente...? —Expresó sus dudas en una pregunta, sin evitar colocar un semblante de asco al respecto —...Ah, pero igual y puede que me muerdan la mejilla, el agua de la cantimplora me trae más confianza...

Observó un poco el agua para corroborar sus dudas. Tendría el estómago como una fiesta llena de rosa en ese caso. Lavándose la cara, alzó las cejas al visualizar su reflejo en la superficie acuática.

—Viejo, ¿Por qué no me dijiste que me veía como un espantapájaros? Qué vergüenza —Se desató su coleta y volvió a peinarse con rapidez —Mal mal mal mal mal.

Aunque hubiera esbozado un bostezo grande luego de sus palabras, aún no caía en cuenta que estaba hablando bastante más de lo que conscientemente haría, ¿Era el sueño que lo impulsaba a decir las primeras idioteces que pasaban por su mente? Posiblemente.

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Hugh Carpenter

La imagen de Dylan engullendo un rohana como una aspiradora provocó que el mayor tuviese que apretar fuerte su propia boca con su mano para que ninguna carcajada hiciera acto de presencia. No quería despertar a nadie. Pero con los comentarios del chico era bastante difícil. Esa iba a ser una noche o muy larga o muy corta:

— A-A lo mejor te dan un besito. — Dijo a duras penas. — Y se pondrán rojanas.

Lo siguiente fue demasiado. A Hugh no le quedó otra que ponerse de cuclillas y dejar salir un sonido ahogado similar a una tetera hirviendo en la otra punta de la casa. No caía al lago sólo porque tenía el apoyo de su p- su arma:

— Apenas te veo. — Pero se le ocurrió una forma de vacilarle. — Eres Chenge, ¿no? La guardia era con él.

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Dylan Chester

Esbozó un mohín de asco ante el comentario dicho por el mayor, ¿Las rohanas le darían un besito? Dios, se compadecía de la existencia de esas cosas si es que pasaba algo así.

Aunque segundos después, se dio cuenta que era algo imposible y que el contrario estaba bromeando ante la mención del sobrenombre para las pequeñas criaturas. No pudo evitar exhalar una cantidad de aire con gracia, pero no permitió reírse ante la ocurrencia de Hugh.

—Qué aburrido su chiste, pensaba que se pondrían rosanas —Comentó aguantando una notable risa.

Secó rápidamente sus manos con su ropa y se acercó al hombre al verlo descender al piso con un sonido similar a un silbido chillón y amorfo. Se acercó a él dándole unas palmaditas en el hombro, aprovechando que estaba casi a su misma altura.

—¿Hm? —Llevó su mano libre a su propio mentón, pensativo durante unos largos segundos —¿Significa que puedo ir a dormirme otra vez porque no soy Lencheg... Chelgne... esa persona? Ok, ¡Adiós! Hasta mañana.

Dicho esto, se levantó de golpe para volver al campamento.

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Hugh Carpenter

¿Qué diferencia había entre ponerse "rojana" y ponerse "rosana", aparte de que "rojana" jugaba mejor con la pronunciación de "rohana"? De todas formas, no iba a perder una batalla de chistes malos. Hugh había sido padre, así que jugaba con la ventaja de la experiencia:

Rosanas serán lo que te regalarán tras la primera cita. Mira.

Se acercó al lago y metió la mano en el agua dos veces en zonas distintas, para que así los bichitos se alejaran. Con eso consiguió que el hueco sin rohanas tuviese forma de corazón:

— Te demuestran su amor.

Luego fue que se puso de cuclillas. Apreció las palmaditas en el hombro, aunque no tuvo mucho tiempo para regocijarse. En cuanto vio que el muchacho intentaba huir, se incorporó también y le agarró suavemente de la chaqueta:

— Eh, eh, eh. — Rió. — ¿A dónde vas? Te tocaba a ti.

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Dylan Chester

— ...

Su cara de asco era kilométrica y evidente, no pudo evitar mirar a Hugh con todo el asco del mundo ante su comentario cursi.

Pese a ese claro semblante de repelús, le pareció un detalle bonito, además, el color de las criaturas era bastante llamativo y eufórico. Tener un par de ellas como luciérnagas dentro de un cuarto le hacía pensar en un espacio agradable y nostálgico a la vez.

—Qué cursi, ewwwwww —Hizo evidente aquel último sonido tras un mohín de fastidio —No necesito de su amor de mierda. ¿Hm?

Había tenido esperanza en que en esa ocasión no le tocaba hacer guardia, puesto que no se memorizaba los horarios a menudo, sin embargo, soltó un suspiro al avanzar unos pasos y sentir inmediatamente el agarre en su chaqueta.

—¿Eeeeeeeeeh? ¿No que le tocaba al tal Lencheglecheche? —Comentó con fastidio, sintiendo su lengua enredarse con el nombre del susodicho. Se cruzó de brazos y exhaló con fuerza por la nariz —Bueno, bueno, estoy despierto. ¿Hacemos una puta ronda o qué, viejo?

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Hugh Carpenter

Se llevó ambas manos a la cara para poder soltar unas buenas carcajadas ahogadas. La cara del chico era demasiado hilarante. Recordó la mueca de puro asco que hizo Atreia el día que le preguntó si Norman era su marido, y eso le hizo reír aún más. Aunque, ahora que se acordaba de Atreia, aún tenía que felicitar al muchacho por entregarle una pista a la mujer en el campamento de observación:

— Ah, sí, eh- jeje. — Se llevó una mano al pecho y esperó a que su ataque de risa finalizase antes de continuar. — Me acabo de acordar... Bien hecho por acudir a Atreia antes. ¿Ya estáis en paz?

Cuanto más se equivocaba el menor con el nombre de Chenge, más de tetera le salía la risa a Hugh. Era tan divertido que no quería corregirle:

— Mentí. Soy maquiavélico.

Soltó el agarre de su chaqueta y le hizo una seña para que le siguiera afuera del campamento:

— Vamos. Cuidado de no despertar a nadie.

Aunque con las risas que él estuvo soltando seguramente ya había alguien despierto maldiciendo a todo su árbol genealógico.

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Dylan Chester

¿...? ¿Por qué se acordab-? ...Bah.

—Sí, ya no tienes que preocuparte viejo —Mencionó a modo de finalizar de una puta vez la eterna guerra sin sentido entre él y la peliblanca. Ya se había propuesto dejar aquello atrás y aportar a la misión —Deja de reventarme las pelotas con el asunto. Gracias, muy amable.

Se cruzó de brazos, mirándole con una ceja alzada. La situación le hacía sentir un leve deja vu.

—Oye, viejo... ¿YA TERMINASTE DE REÍRTE? PARECES LA TETERA DE PORCELANA DE MI PUTA DIFUNTA ABUELA. YA VAN DOS PUÑETERAS VECES. B A S T A.

Estaba exasperándose. Pese a que aún tenía una gran capa de sueño por delante y no había sido consciente de sus propios vocablos sin sentido, no le gustaba que se rieran de él. Aquella pizca de fastidio en su semblante parecía ser el impulsor de más bromas a su persona.

—... A —Se tapó la boca enseguida, había gritoneado muy alto —Bueno, ya, ¿Que eres Maquiavelo? Bueno, no juzgo. Andando.

Soltando un suspiro hondo y marcado, le siguió por alrededor del campamento. Entremedio de la caminata, tambaleaba de vez en cuando hacia los lados y soltaba una cantidad exhaustiva de bostezos.

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Hugh Carpenter

Sintió su alma más liviana al saber que ya no habían problemas entre Atreia y Dylan. Era la primera buena nueva del día:

— Perdona. No tuve noticias y estaba preocupado. — Sonrió afablemente. — Me alegro.

Después, Dylan gritó con toda la fuerza de sus pulmones. El hombre se quedó paralizado. No por el chillido en sí, tampoco por las palabras, sino porque no deberían estar haciendo ruido con sus compañeros durmiendo a unos pasos. Se tapó la boca. Miró de reojo a los demás. Y se quedó en silencio unos largos segundos.

Lo mejor sería salir pitando de allí, sí. Asintió a todo lo que le dijo el menor y le guió a las afueras del campamento, allá donde podían usar las luces de sus cascos y comprobar que no habían criaturas con intenciones de ir al lago. No dijo nada en un buen rato. O, al menos, no fue así hasta que empezó a dar vueltas a lo recién ocurrido. Comenzó a reírse suavemente por lo bajo:

— ¿Eres bueno esquivando? Nos van a linchar. — Dijo entre risas. Sabía perfectamente qué mujeres los iban a querer muertos. — Ah, cuidado.

Hizo un amago de agarrarle al ver que se tambaleaba, pero el chico parecía estar bien. Hugh miró el paisaje. Todo estaba en completa calma. Era como si no hubiese un grupo de suicidas buscando el fondo del abismo, como si no hubiese muerto nadie, como si no hubiesen encontrado demacrado el observatorio más importante de todas las capas, como si no existiese la corrupción... Todo eso se sentía tan lejano ahora:

— ¿Cómo estás? Han pasado muchas cosas.

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Atreia Langley

¿Quién cojones está gritando? Me voy a cagar en toda su raza (????)

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Dylan Chester

Como si hubiera olvidado olímpicamente el tremendo grito que había pegado antes ante el exaspero de las palabras de Hugh, prendió la linterna de su casco al momento de acercarse a los límites del campamento improvisado, y siguió con su vida como si nada hubiera pasado.

Posó su vista en los árboles de los alrededores mientras resoplaba de vez en cuando. Comenzaba a hacer mucho frío a esas horas.

¿Se debería preparar mentalmente para los posibles reclamos de sus compañeros durante la mañana ante el ruido de antes? Ahora que lo pensaba, recién tomaba consciencia de lo de antes, qué somnoliento estaba.

—¿Fui muy ruidoso? Ups 💦 —Preguntó. Más que preocuparse de que los lincharan, estaba levemente nervioso de haber atraído alguna criatura al campamento sin querer.

Se mantuvo en silencio, esta vez observando a su alrededor y comenzando a despertar sus sentidos. Parecía todo estar en silencio y con una calma infernal, de momento.

—¿Estoy bien? Supongo —Encogió sus hombros —No alcancé a ver a la criatura, aunque tenía un olor peor que el trasero de mi tío. Me fastidia que más personas se unan al grupo, pero bueno, qué se le puede hacer.

No tenía mucho que comentar de aquel día. Aparte del gran susto que habían tenido por los inbyos oscuros y el mal rato respecto a las alucinaciones de las mismas, él se encontraba en una pieza. Aún le seguía rondando la carta en la mente, aunque no se le ocurría de quién era exactamente.

El panorama era terrorífico, pero no había mucho que hacer más que resistir hasta el final. Al menos eso pensaba, debía ser fuerte.

—¿Y tú viejo? —Hizo una pausa breve antes de mirar de reojo el lago.

Se encontraban en aquellos momentos en otro lado del mismo, por lo que sintió una presión paulatina crecer en su pecho al ver lo oscuro que estaba, dándole una impresión incómoda a la vista. Desvió la mirada enseguida hacia los árboles y cruzó sus brazos.

—Hm, ¿El lago es muy profundo?

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Hugh Carpenter

Que si había sido muy ruidoso, preguntaba el muchacho... En absoluto. Tan sólo había gritado tan alto que le habían oído hasta los tamaugachi de la cuarta capa. Hugh alzó una ceja, divertido:

— Un poco.

Su sonrisa se mantuvo aún tras la confusión de la analogía con las partes de traseras de su tío:

— Es mucha gente, ¿verdad?

Porque, por mucho que él adorase la gente y el ruido, seguía siendo una persona introvertida que prefería que su círculo se mantuviese pequeño:

— Y tampoco tendremos un descenso ameno...

Fue entonces que el chico le devolvió la pregunta. El hombre miró a la distancia, tratando de discernir cómo estaba su salud mental tras los últimos eventos:

— Mmh...

Aunque, antes de que pudiese responder, el joven tuvo una súbita incógnita. Hugh posó sus ojos sobre él:

— No creo. ¿Por? ¿Quieres bañarte?

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Dylan Chester

Infló un poco las mejillas con leve vergüenza.

—Sí, me incomoda —Confesó como un detalle sin relevancia. El cúmulo de muchas personas en un mismo lugar le ponían nervioso, comenzaba a extrañar levemente sus momentos de soledad en Orth, aunque no percibía si era por mero gusto o costumbre —Pero bueno, qué se le puede hacer.

Y respecto al descenso ameno... Bien, tampoco creía en aquello. Desde la primera capa se estaba preparando mentalmente de los posibles putazos que el grupo iba a recibir.

Mientras más eran, más miedo sentía, porque posiblemente atraerían más peligros. ¿Era sensato agregar más personas al grupo? No estaba seguro de ello.

Al percibir que el mayor no le había respondido la pregunta, se detuvo momentáneamente y se quedó mirándole con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.

—...

Bufó en voz baja.

—No responderé si usted no responde —Continuó caminando.

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Hugh Carpenter

— Somos dos. — Se encogió de hombros.

La respuesta de Dylan le dejó algo anonadado. Si no le había contestado antes, había sido porque no había tenido tiempo para hacerlo. Le miró unos momentos antes de devolver su vista al lago y tratar de discernir cuáles eran sus sentimientos con respecto al descenso:

— Mmh... Me preocupan los demás. No parecen estar bien y... Se aíslan.

Pensaba en Atreia fingiendo que no estaba herida. En Norman llorando en silencio. En Ravi teniendo problemas socializando. En Chenge buscando a su amiga. En Paris haciendo más de lo que podía. Pensaba en todos:

— Sé que nos conocemos de hace poco, pero sabiendo que estaremos juntos hasta el final... Quiero ayudar. — Se dirigió al chico, con cierto pesar en su rostro. — Tú también. Si algo te atormenta, cuéntamelo. Haré lo que pueda por ti.

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Dylan Chester

Se mantuvo en silencio, esperando una respuesta de Hugh mientras seguía su mirada al oscuro lago. En eso, ladeó prudentemente la cabeza hacia un lado, mostrando un semblante algo confuso respecto a lo que acababa de decir.

Intentaba buscarle lógica a la preocupación del más mayor, pero sólo podía llegar a la conclusión de que Hugh estaba siendo demasiado empático y preocupado por el resto... Bueno, intuía que siempre era así, por lo menos ahora. Se quedó momentáneamente pensando si lo que sus palabras indicaban realmente eran un peligro potencial o una preocupación de más.

Porque claro, si como grupo se separaban o se aislaban, eso traería desventajas a futuro. Él no era la mejor persona para comentar aquello, no obstante, sabía bien que si alguno no ponía de su parte, habrían posibles bajas.

Agachó un poco la mirada pensando todo esto. Luego, volvió a alzarla al sentir que Hugh se dirigía a él.

Frunció con levedad su entrecejo, seguido de esto, dio un respiro apacible y levemente somnoliento. ¿El sueño lo liberaba de sus pensamientos o lo incitaba a continuar divergiendo en ellos?

Viendo el pesar en los ojos del mayor, sintió un poco de nervios. Por algún motivo en particular, la pesadumbre de los ojos de Hugh era contagiosa.

—Hm —Hizo un sonido, dando vuelta su cuerpo a la dirección del hombre. Tuvo una pequeña idea, le hizo una señal leve con la mano —¿Te puedes agachar un poco?

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Hugh Carpenter

En otra ocasión hubiese pensado que estaba incomodando al chico al hablar de sus problemas, pero teniendo en cuenta que él le había preguntado por su estado dos veces creyó que quería esa información. Aunque lo último que esperaba era aquella petición.

No pensó mucho al respecto. También le encaró, poniéndose de cuclillas ante él; se llevó la mano al casco para girarlo y que la luz de la linterna no le diese directamente al muchacho:

— ¿Qué ocurre?

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Dylan Chester

Había tenido un recuerdo fugaz, realmente no recordaba bajo qué contexto fue exactamente, y preferiría no hacer memoria de ello, sólo por si las dudas; sin embargo, le había marcado un poco respecto a la visión que solía tener sobre algunas personas, sobretodo con aquellos quienes veía que cargaban un inexplicable peso ajeno o propio en los hombros.

¿Posiblemente había hecho la analogía por las palabras del mayor segundos antes? Querer que todos estén bien, ayudar, pero no poder alcanzar a hacerlo con todos al mismo tiempo y sentir que ello te hará estragos en algún punto. No entendía del todo aquello, sin embargo, había tenido el vago recuerdo de estar él en una de las plazoletas de Orth y ver en la lejanía la escena de una niña palmeando la espalda de un triste adolescente sentado en las bancas.

Estiró sus brazos hacia los hombros de Hugh y con sus manos le palmeó con fuerza. Quizás se había pasado con la brutalidad, pero creía que una fuerza tan pequeña como la de él no le haría nada más que hacerle cosquillas.

De esa manera sentía que podía quitarle un poco ese peso negativo al hombre, aunque fuera de manera inconsciente.

Qué estúpido, ni siquiera tenía sentido. Se sentía un niño en esos momentos y agradecía que su mente no soltara las primeras cosas que lograba inevitablemente examinar.

—Tenías un bicho en los hombros. No ocurre nada.

Volvió a caminar con tranquilidad, vigilando de vez en cuando sus alrededores.

—Ah, sobre lo anterior —Volvió a recordar —Me aseguraba que no fuera profundo el lago.

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Hugh Carpenter

Cuando vio a Dylan estirar sus brazos hacia él, por una milésima de segundo pensó que el muchacho le daría un abrazo. En consecuencia, tuvo el impulso de abrir los brazos. Pero no llegó a hacerlo. Dylan fue más rápido al darle unos fuertes golpes en los hombros, como si le quisiera enterrar en la tierra a manotazos. El hombre se quedó perplejo:

— ¿...? Vale, gracias.

Qué interacción más extraña. Lo atribuiría a la somnolencia del joven. Así pues, se incorporó de nuevo y se recolocó en casco, reanudando la patrulla nocturna:

— Conmigo aquí no caerás en él. — Aseguró, asumiendo que el problema era ese. — Aunque no podré hacer nada si está el monstruo del lago Ness.

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Dylan Chester

El problema del lago iba mucho más allá, y estaba consciente de ello.

Se había preguntado un par de veces si debía mencionárselo a alguien, puesto que será un problema que vendría tarde o temprano, pero no sabía a ciencia cierta cómo expresarlo sin ese bichito que le contestaba que su fobia era, en palabras simples, estúpida y exagerada.

Creía que aquel momento no era indicado, y gracias a su somnolencia, escupiría quizás un gran testamento de su miserable vida. Nadie estaría interesado en ello, o al menos, no había confianza con nadie de momento para escupirlo.

— ...

Ok. Esas palabras más que hacerles gracia le intranquilizaron bastante. Inconscientemente se distanció un paso del lago, sólo por si las dudas.

—¿Posiblemente...? Digo, no es imposible —Comenzaba a divagar en sus pensamientos —Nos hemos topado con varias criaturas aquí y...

La idea de un mandíbula carmesí marino le generó bastante ansiedad. Movió con fuerza su cabeza para dejar de darle vueltas al asunto.

—Hm. Bueno, si aparece algo así y no puede hacer nada, da igual... Supongo —Continuó con su camino.

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Hugh Carpenter

Observó las acciones de Dylan. Casi tuvo el instinto de hacerle otra broma sobre monstruos marinos, pero tras el comentario supo que su miedo tenía una muy buena razón de peso. Quién sabía lo que podía vivir en el agua abismal. Había que ser muy, muy cauto no como cierta canosa para dentro de dos semanas salu2:

— Es broma. Siempre te protegeré, pase lo que pase.

Comenzó a analizar las palabras del chico. Parecía que había algo sobre el lago que le inquietaba bastante, algo que tenía que ver con su profundidad. Las criaturas no podían ser, porque Dylan no se lo había planteado hasta que él lo dijo. ¿Miedo a ahogarse, entonces? Ahora que lo pensaba, el joven nunca se bañaba en grupo. En un inicio Hugh había creído que era por vergüenza, pero si se tenía en cuenta la teoría de que le tenía pavor al agua la cosa cambiaba:

— ¿Tienes talasofobia? — ¿O cómo era...? Ojalá hubiese acertado con el nombre.— ¿Quieres que construya una valla alrededor del lago?

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Dylan Chester

Pese a que sabía bien las intenciones nobles detrás de las palabras del mayor, aún sentía un atisbo de intranquilidad respecto al tema. Prefirió responder con un silencio a lo primero.

Realmente pensaba que el tema quedaría zanjado ahí y que Hugh no mencionaría nada más al respecto, pero la pregunta y el anterior análisis que posiblemente le hizo en cosa de segundos fue algo que le inquietó.

Un lado suyo quería responderle y contarle al respecto, justificarse ante una fobia de esa magnitud la cual diariamente buscaba una lógica intrínseca, poder ir poco a poco contando y superando ello, recordando las memorias ocultas en su mente, para luego finalizar con un apretado y cálido abrazo que indirectamente significaba mucho más que simples palabras como te protegeré.

Pero no podía, por alguna razón que no alcanzaba su juicio, no le salían las palabras cuando tocaba el tema.

¿No podía? ¿No era capaz? ¿No quería que otro de sus recuerdos amargados se repitiera nuevamente? Eso era asunto que dejaría a aquel concepto impreciso que llamaba futuro, porque su discernimiento respecto al pasado no era de su comprensión absoluta.

Su semblante en ningún momento titubeó de su seriedad tradicional, no obstante, el miedo latente estaba ahí, escondido en alguna parte de su cuerpo.

Le tomó bastante tiempo responder.

—No es necesario.

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Hugh Carpenter

Esperó pacientemente los segundos que a Dylan le tomó pensar en una contestación. Viendo que no le había negado lo de la talasofobia, existía la posibilidad de que realmente el problema fuese miedo al agua. Por supuesto, Hugh sólo asumía. Pero si aún tras varias insistencias el muchacho no le decía cuál era el problema, mucho más no podía hacer. Negó con la cabeza:

— Empezaré mañana. Así nadie caerá dentro y yo me entretengo. — Sentenció, sonriéndole al joven. — ¿Quieres ayudarme? Como cuando estuvimos en la primera capa.

Le dio nostalgia recordar la primera semana del grupo en el abismo, a pesar de que no habían pasado tantos días desde entonces. Los últimos eventos habían sido tales que se sentía que llevaban meses en ese despeñadero:

— La podemos firmar todos. Así quedará algo de nosotros para cuando nos vayamos. — Dijo, ya haciéndose una idea de cómo se vería la valla.

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Dylan Chester

¿Quién en su sano juicio se caería dentro del lago en prim-? No, comenzaba a sospechar quiénes podían ser capaces. Se retractó de sus pensamientos.

Pese a que sentía que era un gesto agradable, sentía cierta aversión al mismo tiempo, la cual superaba en creces la primera sensación apacible. No sabía a ciencia cierta si Hugh había llegado a la conclusión de que le daba miedo el agua, ni sabía tampoco si el hombre sería capaz de contarlo a viva voz como un dato gracioso más.

La simple idea le puso de mal humor inmediatamente.

—Te dije que no es necesario —Respondió al instante en un tono enfadado e irascible —Una valla de mierda no hará la diferencia con el puto lago.

Se cruzó de brazos y chasqueó la lengua.

—Será vistoso, la gente preguntará qué mierda te pasa por la cabeza. Y si alguien más que tú sabe que me causa rechazo el agua te vendré a cortar la garganta y haré que la siguiente víctima de esa maldita mandíbula con larvas seas tú.

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Hugh Carpenter

¿La valla no haría ninguna diferencia? ¿No le agradaría que hubiese algo entre él y el agua, un obstáculo que le proteja de su miedo? ¿O tal vez se había equivocado y no era miedo a ahogarse lo que Dylan tenía? En vez de darle vueltas, el hombre prefirió sacarse de dudas:

— ¿Y cómo p-...?

Fue interrumpido por la verborrea de su acompañante. Hugh escuchó atento. Lejos de ofenderse por su tono, le agradeció que hablase más al respecto aún si era disimulándolo entre chiste y queja:

Nunca cuento mis conversaciones privadas. — Aseguró. — Le diría al resto que es un proyecto personal.

Al fin y al cabo, en la primera capa había sido él quien estuvo buscando maneras de mejorar lo que ya tenían en el campamento y lamentándose de no tener el tiempo de construir toda una casa. Que él dijese que le apetecía hacer una valla no levantaría sospechas. Pero no venía al caso. Hugh volteó su cuerpo hacia Dylan:

— Pareces preocupado por el lago, y yo quiero aliviar esa ansiedad. Te dije que te protegería y que haría lo que pueda por ti. Cada palabra la digo con sentimiento. Cada una es sincera. Te quiero, y quiero que estés bien.

Frunció un poco el ceño. Su voz se tornó más dura, pero también más afligida. Alzó el brazo para señalar el lugar donde todos dormían en esos instantes:

— Estoy continuamente mejorando el campamento porque quiero que estéis cómodos. Me encargo de la comida tantas veces como puedo porque quiero que comáis bien. Cuento cabezas cada diez minutos porque quiero que estéis conmigo. Sois mi familia. eres mi familia. Y me duele que pienses que haría algo tan vil, cuando me importas tanto.

Exhaló, bajando el brazo:

— Así que dime, Dylan... ¿Cómo puedo ayudarte?

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Dylan Chester

¿Optar por creerle o seguir desconfiando hasta de su propia sombra? Se preguntó. A pesar de que el hombre le había asegurado ello en un tono absoluto, no entendía el bichito de desconfianza que estaba en su mente y que no le permitía confiar como una puta persona normal.

Negó con la cabeza, haciéndole entender que no estaba preocupado por el lago. También negó lo de la ansiedad, mintiéndose a sí mismo y al hombre. Negó también los Te quiero que sonaban tan paternalmente, sintiendo una ola de nostalgia.

¿Hace cuántos años no escuchaba uno? No lo recordaba. No le interesaba saberlo tampoco.

Negó, negó y continuó negando con fuerza, sin dejar de fruncir el ceño y apretando los puños con solidez, como si estuviera a punto de golpearlo.

Al momento de que Hugh alzó el brazo, dio vuelta su mirada hacia donde estaba el lugar donde yacían dormidos todos. Deslizando su mirada, terminó observando el piso con pesadumbre, poco a poco fue alivianando la fuerza de sus puños. Estaba dolido de haberle hecho entender una cosa totalmente distinta al mayor por sus estúpidos pensamientos contradictorios.

—No eres vil. No pienso que lo seas —Quiso aclararlo, aunque la voz le haya salido más baja.

¿Entonces?

¿Qué era lo que realmente estaba pensando de él?

¿Hm? Una familia...

Negó nuevamente con la cabeza. Se le hacía muy irreal. Las palabras de Hugh estaban equivocadas, ellos no eran una familia. Jamás lo serían. Jamás la volvería a tener nuevamente.

Ante su pregunta, respondió lo primero que vino a su mente.

—Ojalá pudiera saber cómo podrías ayudarme. Lo necesito.

Abrió los ojos, recién percatándose de lo que había soltado.

No lo necesitaba.

¿O quizás... sí?

No. No. No. No.

—Haz lo que te apetezca hacer con la valla. Me da igual. No será mi responsabilidad.

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Hugh Carpenter

Pudo ver cómo el chico negaba una y otra vez con la cabeza mientras él hablaba, pero aquello no le impidió que continuase explicando su visión sobre la situación. Estaba bien si Dylan no quería abrirse. Tampoco esperaría a que con el tiempo acudiese a él a por ayuda. Pero no quería que pensase que le haría daño. Necesitaba que él comprendiese que estaría para él pasase lo que pasase, fuese recíproco o no. Eso era todo.

Al escuchar ese "Lo necesito", sus hombros y su pecho bajaron en un exhalar pesado. Su expresión se suavizó. Se quedó callado en lo que el menor decía su última frase. Y sólo tras asegurarse de que podía hablar, separó los labios:

— Cualquier cosa... Sea hablar de algo, darte un abrazo, hacerte un aperitivo, distraerte con algo... Si se te ocurre algo que yo pueda hacer por ti, que sepas que puedes confiar en mi. No puedo ofrecerte más, Dylan. Puedo quererte con todo mi corazón, pero si tú no me abres la puerta, me quedaré fuera. — Explicó.

En cierta manera le recordaba a sí mismo cuando era joven. La diferencia radicaba en que Hugh solía estar dentro de un caparazón, mientras que Dylan estaba rodeado de espinas. Tenía cierto punto curioso:

— Y si no quieres abrírmela a mi, está bien. Pero deja entrar al menos a alguien. Te digo por experiencia que guardarte las cosas te va a comer por dentro. Es un pozo del que ni siquiera querrás salir porque te da miedo la luz del sol. No acabes así. Es la muerte en vida.

Suspiró una última vez para sus adentros antes de enderezarse. Supuso que ya era suficiente insistencia:

— No haré esa valla. Y si a futuro nos encontramos con cuerpos de agua me aseguraré de que no tengas que acercarte. Hasta ahí mi alcance.

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Dylan Chester

Las emociones arremolinándose en su interior bastaron para que su consciencia volviera a estar presente en la realidad. Ya no había atisbo de sueño, no había cansancio físico, sólo mental, meramente por la charla que estaba teniendo con el más mayor.

Pese a que estaba mirando cualquier punto del paisaje oscuro actual, estaba escuchando con atención cada palabra que Hugh soltaba, cada una intentaba analizarla con la mayor lógica y el mayor sentido posible, llegando a la conclusión que, pues, el hombre nada más las decía por mera experiencia personal y para alentarlo de alguna forma.

No quería volver a tocar el tema, de eso estaba seguro. Se anotó mentalmente el no charlar de estas cosas en medio del sueño, más que traerle buenas cosas, le perturbaba más el análisis intrínseco que le hacía a su propia consciencia.

Algo en las palabras del contrario le llamó la atención.

—¿Por experiencia...? —Quiso preguntar con interés.

Pensando que era algún tema delicado como lo que había dicho, negó con la cabeza. No le apetecía preguntar cosas de ese tipo si eran delicadas.

—Vale.

Relajó un poco los brazos y llevó una de sus manos a su nuca, apoyándola por breves instantes a modo de descanso. Dejó pasar un largo silencio, aún pensando en las cosas que le había dicho el contrario.

Sentía una sensación desagradable. Se le ocurrió una manera para apaciguar un poco ello. Comentó en voz baja:

—Lo siento.

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Hugh Carpenter

Ya no podía explicar más su visión al respecto. Lo había dicho todo; el resto sería reiterar y recalcar. No le dio importancia a que Dylan no le estuviese mirando a él, pues era un comportamiento normal cuando alguien estaba ante una situación difícil. Únicamente suspiró con pesadez cuando fue preguntado sobre su experiencia propia:

— Cuando era joven me guardaba las cosas. Pensaba que decirlas molestaría al resto. Temía ser vulnerable. — Resumió. — Mis pocas relaciones siempre peligraban. Nunca fui tan miserable.

Podía contar la historia entera si Dylan tenía curiosidad pero, por el momento, dejaría la anécdota ahí. Escuchó las disculpas. Y su expresión se suavizó. Se sentía un poco culpable por haberle arrinconado de esa manera, pero al mismo tiempo pensaba que era importante tener conversaciones así de cuando en cuando. Con eso en mente, se acercó a él y colocó la mano sobre su casco, moviéndolo como si le estuviese despeinando a través del objeto:

— Tranquilo, chico. Sólo soy un viejo insistente. Pero te lo taladraré una última vez. — Apoyó su dedo índice contra el casco y lo movió como la punta de un taladro. — Te quiero.

Dio un paso para atrás. Puso los brazos en jarra:

— ¿Terminamos la guardia?

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Dylan Chester

Por algún motivo sentía cercanas las palabras explicativas de Hugh, como si en algún punto hubiera vivido lo mismo que él. Al mismo tiempo, las sentía extremadamente lejanas.

¿Se guardaba las cosas? Indudablemente, ¿Pensaba que decir cosas molestaría al resto? Sí, en cierta medida, pero los últimos años había aprendido a gritar sus molestias para evitar sentirse inferior al resto.

¿Temer ser vulnerable?

Él era vulnerable, ¿Qué diferencia había en ello? Temer o no temer no hacía la diferencia, de todas formas, no podía dejar de sentirse débil. Debía vivir lidiando con sentirse ser menos que el promedio. No había mucho descubrimiento en ello.

Pocas relaciones peligrando, un momento donde fue muy miserable... Vaya.

Estaba curioso, pero no indagó más, no tenía derecho a saber más allá de lo que Hugh le había resumido. Agradeció internamente que se haya tomado la molestia por él.

Al ver que el semblante de Hugh se había suavizado, sintió tranquilidad en sus hombros. Soltó un suspiro hondo, aliviado de no haberle hecho enojar o molestar por lo anterior.

Ante el despeine por encima de su casco, exhaló aire por la nariz, un poco divertido.

—Qué molesto eres, Hugh Carpintero, le haces honor a ese apellido bobo que tienes —Resopló haciéndose el serio una vez más.

Se mantuvo pensativo. Antes de que Hugh preguntase lo último, él habló primero desde el corazón.

—Supongo que te aprecio, un poco, muy poco, muuuuuuuuuuuuuuuy poco. No te ilusiones tampoco. No es tanto.

Bostezó y estiró súbitamente sus brazos, sintiendo ese cansancio físico que antes había estado ausente por las tensiones. Parecía buen momento para echarse a dormir nuevamente y entregarse a los brazos de Morfeo.

Aunque posiblemente su mente se quedaría sobrepensando la charla varios minutos más. Vale, luego lidiaría con ello.

—Weno.

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Hugh Carpenter

Rio por lo bajo con el comentario del chico. Estuvo a punto de decirle en broma que tuviese más respeto por el apellido que le había otorgado su padre, pero se lo ahorró al recordar que ese hombre no merecía respeto ninguno. Al escuchar aquél "te aprecio", su sonrisa se amplió. Mil estrellas bailaron en sus ojos:

— Oh, es lo mejor que he escuchado en toda la semana.

Ladeó la cabeza en lo que le dedicaba una última sonrisa al chico, bastante entretenido con su forma de ser. Tras responderle con un "Vamos", lo acompañó hasta el lago para al fin intercambiar la guardia con el siguiente grupo.